| El abismo hirviente reúne amigos,
|
| Negro sin alma golpea colmillos,
|
| Y el dolor, como una espada, nos desgarra la carne,
|
| Y el fuego brota del pecho perforado.
|
| Pero en la matanza con el destino, no pudriremos nuestras almas,
|
| Ni un paso atrás, apretando los dientes hacia adelante,
|
| Deja que la muerte detrás de él se ría incansablemente,
|
| Y la tormenta, ahogándose de ira, ruge.
|
| Conocemos la canción que nos guía a través de las espinas,
|
| Impotente y temeroso contra la santa fe,
|
| Y las lanzas del enemigo no cortarán esta fe,
|
| Después de todo, esa canción sopla en nosotros tanto frío como calor.
|
| En un paraíso sobrenatural o en una matanza sangrienta
|
| Siempre recordaremos esos lugares nativos
|
| El olor del río y la frescura del bosque
|
| Canto de pájaros en el fuego de la noche.
|
| Pero hasta ahora solo una tormenta, una lucha malvada con la muerte,
|
| A veces, una oscuridad ciega se presenta ante nosotros,
|
| Pero creemos en nuestro camino, cantamos nuestra canción,
|
| Y ella, como una flecha, vuela sobre las olas.
|
| Sí, somos los nietos de los dioses y todavía tenemos fuerza,
|
| Y aunque lejos del anhelado sueño,
|
| Y que la sangre en las venas se congele de cansancio,
|
| Y somos fieles a nuestro objetivo como antes. |