| Bajo a tomar un café, tropiezo casi caigo y siento que,
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| por un momento pierdo la fé.
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| Me consuelo pensando que ya no muerdo el anzuelo,
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| levanto el alma del suelo, prendo un pucho, y salgo de este sucucho.
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| Llevo en la mano el cigarro y pienso «otro crack con pies de barro».
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| Mejor jugar de callado y nunca treparse al carro,
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| ando emperrado en encontrar el tiempo perdido, en lamentos apretados,
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| en penales casi siempre mal pateados.
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| Laburo por chirolas, no quiero seguir y decido salir de la cola.
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| Y aunque el lobo no puede, y aunque las gambas casi no quieren,
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| doy una vuelta a ver si todavía llueve.
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| Ya no duele el corazón y esta noche ya no sopla el viento del dolor
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| Ya no duele el corazón y es un amargo bandoneón lo que amaga en mi canción
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| El vidrio que me mira, la gente que dobla la esquina, la bocanada casi me tira
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| y la rambla, que sigue vacía.
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| Suelo mojado, el tránsito encajonado
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| (como un perro que ladra encerrado en una trampa desconocida)
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| La lluvia que salpica la memoria enrojecida por la nostalgia,
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| como lágrimas partidas, como lágrimas perdidas
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| Tiempo mejor, cielo de miel, ahora que sale el sol… y empieza a calentar la piel.
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| Ya no duele el corazón y esta noche ya no sopla el viento del dolor
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| Ya no duele el corazón y es un amargo bandoneón lo que amaga en mi canción
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| Bronco tosarrón de tanto fumar, ganas de empezar a caminar
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| y dejar de pensar en flores que se queman de frío, en un sucio jarrón vacío
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| en un Río de Plata marrón que ahora miro sin apuro.
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| Chiflo bajo, me pateo el hormigón
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| mientras pienso, calentón, que me rajo del laburo y que me rajó con razón.
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| Ya no duele el corazón y esta noche ya no sopla el viento del dolor
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| Ya no duele el corazón y es un amargo bandoneón lo que amaga en mi canción |