| Me atraparás al vuelo, y nunca en la pared y si me dejas aire en tus líneas
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| dormiré palabras de una musa de baja maternal. |
| Puede, que al fin me conozca muy
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| bien, si fueran puntos grises mis rarezas, cada tara que creé, de seguirlos con
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| un lápiz, al final verías mi cara en el papel
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| Por eso estoy por aquí otra vez, rebuscando en mi almacén esa palabra,
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| cónsul de mi timidez. |
| Ojalá encuentre la forma, más me vale, tengo un tema que
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| acabar
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| ¿Si no aparece nunca? |
| ¿O entiendo que no di con la palabra justa?
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| Y cuando al fin la encuentro llega aquel mar de dudas, si cuando me decido tú
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| me detienes, siempre. |
| Me aprietas justo aquí y dices «no», mi leal traidora
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| inspiración, cuando apareces menos soy… Y soy yo
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| Te quedarás dormida, menuda novedad, es peor mi «geniocidio» cuando no te dejo
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| hablar. |
| En la autopista de la vida si te saltas la salida hay que esperar.
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| Puede, que no haya aprendido a aceptar que escuadrones de moral judeocristiana
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| con su culpabilidad, nos seguirán por tierra, por el aire y sobretodo por amar.
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| Puede, que esté demorando la acción, a los doce tuve un sueño en que ganaba,
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| pero el sueño me venció. |
| Desde entonces mis derrotas son las huellas del
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| carnet de ese tal Yo. |
| Ahora escúchame, ya he encontrado la palabra justa.
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| Mejor prepárate. |
| Tiene algo que a todos asusta. |
| Sí, la voy a soltar,
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| la quiero soltar
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| Pronunciaré «esperanza», la gritaré por dentro si es lo que hace falta.
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| La escribiré mil veces, me alejaré de espaldas. |
| Quizás de repetirla algo me
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| quede. |
| No puedo permitir tu negación, mi leal traidora inspiración de
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| intermitente aparición. |
| Como un ángel hallado en un ascensor
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| ¡Qué bien funcionas como recuerdo!
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| EPÍLOGO (Recitado por Joan Manuel Serrat)
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| Acojo en mi lugar palabras que he encontrado abandonadas en mi «palabrera».
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| Examino cada jaula y allí, ladrando vocales y consonantes, encuentro a sucios
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| verbos que lloran después de ser abandonados por un sujeto que un día fue su
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| amo y de tan creído que era prescindió del predicado
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| Esta misma semana han encontrado a un par de adjetivos trastornados,
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| a tres adverbios muertos de frío y a otros tantos, de la raza pronombre,
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| que sueñan en sus jaulas con ser la sombra de un niño
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| Señalo entonces a las palabras que llevan más días abandonadas y me las llevo a
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| casa: las vacuno de la rabia y las peino a mi manera como si fueran hijas
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| únicas, porque en verdad todas son únicas
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| Acto seguido y antes de integrarlas en un parvulario de relatos o canciones,
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| les doy un beso de tinta y les digo que si quieres ganarte el respeto nunca
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| hay que olvidarse los acentos en el patio
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| A veces, les pongo a mis palabras diéresis de colores imitando diademas y yo
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| solo observo cómo juegan en el patio de un poema
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| Casi siempre te abandonan demasiado pronto y las escuchas en bocas ajenas,
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| y te alegras y te enojas contigo mismo, como con todo lo que amamos con cierto
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| egoísmo
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| Y uno se queda en casa, inerte y algo vacío, acariciando aquel vocablo mudo
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| llamado «silencio», siempre fiel, siempre contigo. |
| Pero todo es ley de vida.
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| Como un día me dijo el poeta Halley: «Si las palabras se atraen,
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| que se unan entre ellas y a brillar ¡que son dos sílabas!» |