| Corónenlo con muchas coronas,
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| El Cordero sobre Su trono;
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| ¡Escuchar con atención! |
| Cómo se ahoga el himno celestial
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| ¡Toda la música menos la propia!
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| Despierta, alma mía y canta
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| De Aquel que murió por ti,
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| Y salúdalo como tu Rey incomparable
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| Por toda la eternidad.
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| ¡Corónalo como el Señor del amor!
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| He aquí sus manos y su costado—
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| Ricas heridas, pero visibles arriba,
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| En hermosura glorificado.
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| Ningún ángel en el cielo
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| Puede soportar completamente esa vista,
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| pero hacia abajo inclina su ojo maravillado
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| En misterios tan brillantes.
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| ¡Coronadle Señor de la vida!
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| que triunfó sobre la tumba,
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| Quien se alzó victorioso en la lucha
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| Por aquellos a quienes Él vino a salvar.
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| Sus glorias ahora cantamos,
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| que murió y resucitó en lo alto,
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| Quien murió para traer la vida eterna,
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| y vive para que la muerte muera.
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| ¡Corónalo como el Señor de los cielos!
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| Uno con el Padre conocido,
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| Uno con el Espíritu a través de Él dado
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| Desde aquel trono glorioso,
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| A Ti sea la alabanza sin fin,
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| Porque tú por nosotros has muerto;
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| Sé Tú, oh Señor, a través de días interminables
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| Adorado y magnificado. |