| Te preguntas qué ha sido de mí
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| En los últimos meses, desde que me fui
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| Con las aves más viejas emigran al sol
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| Si mi canto se ha muerto entre sueños de amor
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| Y confundes la falta de fe
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| Con la pena y el llanto
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| Que marcan mi sien
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| Y entre tantas preguntas
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| Llegas a pensar
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| Que he olvidado tu beso
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| Y tu forma de estar
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| Que de nada ha servido
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| Perder la belleza de tanto mimar
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| Vivo con mis sueños al pairo
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| Así, como siempre, sigo siendo lo mismo
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| Que en aquel entonces
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| Una oveja perdida, un poco más vieja
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| Yo no sé, tal vez más inocente
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| Abandoné mi cuerpo a la llovizna
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| Y he sentido la falta de tu beso
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| Pero me dio la lluvia una riqueza
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| Que tu aliento y tu beso no me dieron
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| He visto que la flor se muere sola
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| Porque siempre le falta un compañero
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| Cuando la soledad me acariciaba
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| Aprendí el refranero de memoria
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| Alimentando el verbo y la sonrisa
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| De una brisa nocturna y aleatoria
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| Y, tras almacenar rayos de luna
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| Comprendí que la dicha no era eterna
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| Pero la tierra, siempre blanda y buena
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| Acunó mi canción
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| Y me dio fuerzas
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| He tenido en mis manos las palabras
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| Que, te confesaré, sirven de poco
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| Los besos se reparten como el agua
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| Y la sed sigue siendo para todos
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| Como ves, solamente he vivido
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| Del alba al ocaso
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| Como un labrador
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| Hoy cuento con mis brazos
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| Sin miedo, sin prisa
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| Creo que, eso sí
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| Que ha cambiado mi risa
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| Tengo un credo
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| Para resistir la nostalgia y el tiempo
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| Creo en el amor
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| Ahora paso el invierno más cerca del mar
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| No me faltan amigos
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| Tengo un trozo de pan
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| Mi guitarra y un hijo
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| En fin, que no me puedo quejar
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| Y aunque he sido feliz
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| Pienso en ti |