| vi uno colgado de un arbol | 
| En agonía y sangre | 
| que fijó en mí sus ojos amorosos | 
| Como cerca de su cruz me paré | 
| Y nunca hasta mi último aliento | 
| ¿Olvidaré esa mirada? | 
| Parecía acusarme de su muerte | 
| Aunque no dijo ni una palabra | 
| Mi conciencia sintió y se adueñó de la culpa | 
| Y me sumió en la desesperación | 
| Vi mis pecados Su sangre se había derramado | 
| Y ayudó a clavarlo allí | 
| Pero con una segunda mirada dijo | 
| «Yo libremente perdono todo | 
| Esta sangre es por tu rescate pagado | 
| morí para que vivieras» | 
| Grabado para siempre en mi mente | 
| Es la mirada de Aquel que murió | 
| El Cordero que crucificé | 
| Y ahora mi vida cantará la alabanza | 
| De pura gracia expiatoria | 
| Que me miró y gustosamente tomó mi lugar | 
| Así mientras Su muerte mi pecado muestra | 
| Para que todo el mundo lo vea | 
| Tal es el misterio de la gracia | 
| También sella mi perdón | 
| Con grato dolor y triste alegría | 
| Mi espíritu ahora está lleno | 
| Que debo destruir una vida así | 
| Sin embargo, vive por Él que maté | 
| Grabado para siempre en mi mente | 
| Es la mirada de Aquel que murió | 
| El Cordero que crucificé | 
| Y ahora mi vida cantará la alabanza | 
| De pura gracia expiatoria | 
| Que me miró y gustosamente tomó mi lugar | 
| Grabado para siempre en mi mente | 
| Es la mirada de Aquel que murió | 
| El Cordero que crucificé | 
| Y ahora mi vida cantará la alabanza | 
| De pura gracia expiatoria | 
| Que me miró y gustosamente tomó mi lugar |