| Se fueron primavera y estío
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| Pues qué mal
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| Pero, en fin, así es
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| Yo seguiré mi caminata
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| Ni feo, ni católico, ni sentimental
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| Ni siquiera marqués
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| Pero dispuesto a otra sonata
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| Que toca la de otoño, pues que toque
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| Que trastoque tu vida y tu cuaderno
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| Corazón otoñal, hasta el disloque
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| Otozán corañol, hasta el invierno
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| A esa nieve le haré un canto ex profeso
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| Ahora no hablemos de eso
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| No hablaremos de eso
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| Aparte de hojas muertas y llantos de violín
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| El otoño traerá
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| Sus frutas y flores tardías
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| Y, aquellas por el huerto, éstas por el jardín
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| -siempre alguna caerá-
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| Harán espléndidos mis días
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| Tendré sin ningún ruido, muchas nueces
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| Con la edad aprendí a jugar mis bazas
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| Y no pienso sufrir por pequeñeces
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| Ni tampoco probar las calabazas
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| A ese feo le haré un canto ex profeso
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| Ahora no hablemos de eso
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| No hablemos de eso
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| Si alegre es mi vendimia, ¡qué juerga en el lagar!
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| Ya envidiáis mi ocasión
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| Vosotros, los de veintitantos
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| Mi cuadro, sin embargo, tiene un feo lunar
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| Un sombrío borrón
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| Noviembre, con sus camposantos
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| Donde yacen novelas de heroínas
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| Que a mis labios les daban su sentido
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| Hoy he visto partir golondrinas
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| Con sus nombres y el mío hacia el olvido
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| A esa pena le haré un canto ex profeso
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| Ahora no hablemos de eso
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| No hablemos de eso
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| Que la melancolía no ocupe más lugar
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| Que un rincón por ahí
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| Saqué un notable en mi pasado
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| Si emprendo un nuevo curso sin ser un escolar
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| Es por saber de ti
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| Te invito a mi bosque dorado
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| Verás brillar el sol entre las ramas
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| Cuando pises con garbo en sus senderos
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| Y llegaré a saber cómo te llamas
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| Sí la suerte nos libra de aguaceros
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| Y a tu nombre le haré un canto ex profeso
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| Ahora ven, dame un beso
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| Y hablemos de eso |