| Si me obligarais a nombrar una mujer rara en la cama
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| Pondría, acaso, como ejemplo a la perversa Leonor
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| Sólo la excita lo textil, lo más sedoso de la gama:
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| Rasos, satenes, terciopelos … lo mejor de lo mejor
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| Es una cosa que me llena de estupor
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| Esa pasión por lo textil de Leonor
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| Que al cielo clama
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| Pero ¿qué hace? |
| me diréis, dibújanos un panorama
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| De ningún modo quiero yo menoscabar vuestro pudor
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| Con el retrato de actitudes nada propias de una dama
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| Y que son tela marinera y un baldón sobre mi honor
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| Es una cosa que me llena de estupor
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| Lo que le gusta más de mí a Leonor
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| Es mi pijama
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| Tengo uno azul que es de moaré y al verlo su pasión se inflama:
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| «Quítatelo, quítatelo, que voy de vuelo, hacia el amor»
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| Y me lo arranca y ve mi piel, que es buena piel, que aún no es mojama
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| Pero desdeña mi epidermis y mi tacto y mi sabor
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| Es una cosa que me llena de estupor
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| Lo que se hace con la prenda Leonor
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| Y cómo brama
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| Yo le imploro, le suplico, llego incluso al melodrama:
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| «Eso mismito, házmelo a mí, algo de caso, por favor»
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| Pero, aplacado su furor, se pone a hacer un crucigrama
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| Y yo me enfrío y me resfrío y necesito un cobertor
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| Es una cosa que me llena de estupor
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| Cuando le quito aquel guiñapo a Leonor
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| Me lo reclama
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| Tiene manías cada cual, las tiene el mismo Dalai-Lama
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| Y está muy bien la variedad que hay en la viña del Señor
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| Confesaré, por no ocultaros el reverso de la trama
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| Que algunas veces acaricio y mimo su ropa interior
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| Es una cosa que me llena de estupor
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| ¿por qué no alcanzo lo que alcanza Leonor?
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| Y si alcanzara lo que alcanza Leonor …
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| Canela en rama |