| Cielos negros dominan la tierra
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| El caos canceroso en espiral acecha detrás de las nubes carmesí
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| El néctar contaminado de la vida, un útero impregnado por la muerte
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| Silencio ominoso, enloquecedor, inquietante
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| Los lamentos de las trompetas perforan el aire
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| Una resonancia sobrenatural sublime en el resplandor
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| Harken, el portador de revelaciones lamentables
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| A medida que se acerca el descenso del lucero del alba
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| Mientras suena la trompeta final
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| La venida del día de la ira
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| La estrella resplandeciente desciende
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| Colapsando sobre las aguas
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| Más allá de los cielos ardientes
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| He aquí los múltiples horrores del abismo bostezante
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| A medida que vomitan en torrentes sulfurosos
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| Un tapiz de vapores venenosos que se deslizan, sofocantes
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| Descamación de la piel, venas desgarradas
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| Ojos lacerados cubiertos de rostros hoscos
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| Pilares desmoronándose, la tierra penetró
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| Los ríos corren negros con sangre venenosa
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| Ascender los ctónicos
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| Desciendan exaltados
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| Usurpar tronos terrestres
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| Sobre montañas de huesos temblorosos
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| Porque dentro del corazón de la vida late el pulso de la muerte
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| Trascendido en esplendor
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| Polos dobles en singularidad mié
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| En colisión primigenia los dos se vuelven uno
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| Como la tierra es consumida por la ira del sol
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| Mientras suena la trompeta final
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| La venida del día de la ira
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| La estrella resplandeciente desciende sobre la tierra
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| Colapsando sobre las aguas
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| Más allá de los cielos ardientes |