| Llegó a la medianoche clara,
|
| Esa gloriosa canción de antaño,
|
| De los ángeles inclinados cerca de la tierra,
|
| Para tocar sus arpas de oro:
|
| «Paz en la tierra, buena voluntad para los hombres,
|
| Del misericordioso Rey del cielo.»
|
| El mundo yacía en solemne quietud,
|
| Para escuchar a los ángeles cantar.
|
| Sin embargo, con los males del pecado y la lucha
|
| El mundo ha sufrido mucho;
|
| Debajo de la tensión del ángel han rodado
|
| Dos mil años de maldad;
|
| Y el hombre, en guerra con el hombre, no oye
|
| la canción de amor que traen;
|
| Oh callad el ruido, hombres de contienda,
|
| Y escuchar a los ángeles cantar.
|
| Y vosotros, bajo la carga aplastante de la vida,
|
| Cuyas formas se inclinan hacia abajo,
|
| Que trabajan duro a lo largo del camino de escalada
|
| Con pasos dolorosos y lentos,
|
| Busca ahora horas alegres y doradas
|
| Ven rápidamente en el ala.
|
| Descansa junto al camino cansado,
|
| ¡Y escucha a los ángeles cantar!
|
| Porque he aquí, los días se apresuran,
|
| por los profetas predichos por los bardos,
|
| Cuando con los años siempre dando vueltas
|
| Vendrá la edad de oro
|
| Cuando la paz reine sobre toda la tierra
|
| Sus antiguos esplendores arrojan,
|
| Y todo el mundo devuelva la canción
|
| que ahora cantan los ángeles.
|
| Gloria a Dios
|
| Gloria en nuestro corazón |