| ¡Maldita sea! |
| ¡Maldita sea! |
| ¡Maldita sea! |
| ¡Maldita sea!
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| Me he acostumbrado a su cara.
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| Ella casi hace que el día comience
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| Me he acostumbrado a la melodía que
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| Ella silba noche y mediodía
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| Sus sonrisas, sus ceño fruncidos
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| Sus altibajos
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| Son una segunda naturaleza para mí ahora
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| Como exhalar e inhalar
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| Yo era serenamente independiente y contento antes de que nos conociéramos.
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| Seguramente siempre podría volver a ser así
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| Y todavía
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| Me he acostumbrado a su mirada.
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| Acostumbrado a su voz
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| Acostumbrado a su cara
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| Puedo verla ahora, Sra. Freddy Eynsford-Hill
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| En un pequeño apartamento miserable encima de una tienda
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| Puedo verla ahora, ni un centavo en la caja
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| Y un cobrador golpeando la puerta
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| Ella tratará de enseñar las cosas que yo le enseñé
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| Y terminar vendiendo flores en su lugar
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| Rogando por su pan y agua
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| Mientras su marido desayuna en la cama
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| En un año, más o menos, cuando tenga canas prematuramente
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| Y la flor en su mejilla se ha convertido en tiza
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| Ella vendrá a casa, y he aquí, él se habrá levantado y huido.
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| Con una heredera trepadora social de Nueva York
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| Pobre Elisa. |
| Que simplemente espantoso
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| ¡Qué humillante! |
| Que encantador
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| Qué conmovedor será esa noche inevitable
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| Cuando golpea mi puerta con lágrimas y harapos
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| Miserable y solo, arrepentido y contrito
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| ¿La llevaré adentro o la arrojaré contra las paredes?
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| Dale la amabilidad o el trato que se merece
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| ¿La llevaré de vuelta o tiraré el equipaje?
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| Pero soy un hombre más indulgente
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| El tipo que nunca podría, nunca lo haría
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| Toma una posición y nunca cedas con firmeza
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| Un hombre más indulgente
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| Pero, nunca la llevaré de vuelta.
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| Si ella siquiera estuviera gateando sobre sus rodillas
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| Déjala prometer expiar
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| Déjala temblar, déjala gemir
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| Daré un portazo y dejaré que el gato del infierno se congele
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| Pero estoy tan acostumbrado a escucharla decir
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| Buenos dias todos los dias
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| Sus alegrías, sus penas
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| Sus altos, sus bajos
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| Son una segunda naturaleza para mí ahora
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| Como exhalar e inhalar
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| Estoy muy agradecida de que sea una mujer.
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| Y tan fácil de olvidar
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| Más bien como un hábito
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| Uno siempre puede romper
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| Y todavía
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| Me he acostumbrado al rastro
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| De algo en el aire
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| Acostumbrado a su cara |