| Una línea de oro que yace detrás de las olas
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| Como un cuerpo lánguido erizado de rayos
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| Saca tus ojos
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| Sol victorioso, reúne tus rayos
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| El grito de un águila en el azur
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| Un sueño muerto, una sed, un suspiro
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| Un espejismo bárbaro sangrando nuestro arrepentimiento
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| Más allá de la ola dormida, el fuego arde
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| Nos desmayamos lánguidos con melodías lascivas
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| De una orquesta fantasma
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| Sonriamos a las nubes fugaces
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| Desde la Costa Ardiente
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| Mirando a los paraísos prohibidos
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| Como un anciano probando la mancha negra del espejo
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| Su juventud arrancada por el reloj macabro
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| Una vida goteando seca de toda gloria
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| Nos desmayamos lánguidos con cantos lascivos
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| De una orquesta fantasma
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| Sonriamos a las nubes fugaces
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| Desde la orilla ardiente
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| Más allá de la ola dormida, el fuego arde
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| Calienta nuestra carne moribunda
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| Acostado a la sombra de los mármoles
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| Allá la vida arde como un horno, insolente
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| Mientras vigilamos las paredes de piedra caliza
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| Altas ciudadelas pálidas, relicarios definitivos
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| De una infancia domando estrellas fugaces
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| Nos asomamos a las aguas negras que nuestras almas beberán
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| De este siglo soñemos el sublime naufragio
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| A nuestros labios llevamos el peligroso copón
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| Empapados de veneno sin horribles noches de ira
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| Piedras antiguas y silencio de la peste
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| Vigilias estériles en bastiones vacíos
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| El mar y la nada, el gran abismo, boquiabierto
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| Oh sueños de volcanes
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| Morimos bajo las cenizas de nuestros letargos mortales
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| El mar y luego nada, el gran abismo, llamándonos
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| no te quedes en mis sueños
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| Que el acero de un iris
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| El bermellón de un cielo |