| El vacío se acerca, hacia el borde
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| Silencioso e invisible, sabled y royendo
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| Al menos ningún guardián de todas estas causas perdidas
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| Mientras lo miro, me devuelve la mirada
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| Miradas penetrantes, ojos de mármol negro azabache
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| Un rebufo disruptivo, ningún hombre puede oponerse
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| Lanza mis huesos ahí abajo, tíralos con mucha fuerza
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| No muestres piedad, el vacío se los traga
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| No encontré salvador en nada, este mundo es un ataúd
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| Un momento para colapsar, otro para aguantar
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| Aprecio estos pensamientos a través de eternas aguas hirvientes,
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| que se traguen lo que me dejo el vacio
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| A diferencia de las olas, estas preguntas no callarán
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| ¿Adónde nos conducirá, por dónde podemos vagar?
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| Se hacen confesiones, pero no las cumpliremos.
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| Estamos bastante inquietos, pero todos nuestros héroes están muertos.
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| Tumbas en el mar, tumbas engullidas por el abismo
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| No se conocen lugares, donde no se puedan encontrar
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| Llevo esta carga, ¿puedo salir?
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| Porque incluso en aguas lénticas, me atascaré
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| Criaturas tambaleantes, sofocantes en el fango
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| No será reconocido, pero quedan heridas.
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| La cordura es para los pasivos, los débiles y tediosos.
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| Bajar, hundirse más profundo, hundirse… …o nadar
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| Puentes en llamas chamuscados hasta la muerte a quienes llevaban
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| Llevo piedras en mi bolsillo para mantenerme alejado de la superficie
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| Los últimos rayos del sol, parecen saludos angustiados
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| Ahora finalmente recibiendo paz, en las primeras tumbas de otoño |