| Paisajes abajo, manchados con sangre de ángeles
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| Y ríos llenos de lágrimas por actos tortuosos tortuosos;
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| Que habita dentro de las cámaras de las mazmorras frías
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| La agonía de las almas condenadas congela la noche tenue
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| ¿Qué puede ser mejor que morar aquí, expulsado de la dicha
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| En este profundo aborrecido para pronunciar aflicción
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| Donde las llamas inextinguibles deben arder para siempre
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| Sin esperanza ni final…
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| Como un gran horno llameó, sin embargo, de esas llamas
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| Sin luz, pero la oscuridad visible...
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| un fuego tan alto; |
| poderoso y como una guadaña chamusca el cielo...
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| Trae cicatrices en la cara de dios
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| Vieron el vasto abismo inconmensurable
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| Escandaloso como el mar, oscuro, derrochador, salvaje
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| arriba desde el fondo girado por vientos furiosos y arremolinados;
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| Como montañas a la altura de los cielos de asalto
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| En el signo del Infierno, la sangre de los ángeles esclavizados
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| En el signo de los cuernos, donde la paz nunca puede morar
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| Vieron el vasto abismo inconmensurable
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| Escandaloso como el mar, oscuro, derrochador, salvaje
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| arriba desde el fondo girado por vientos furiosos y arremolinados;
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| Como montañas a la altura de los cielos de asalto
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| «La puerta está abierta y mando a mis discípulos
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| Para salir de las profundidades del infierno y apoderarse del reino
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| De dios con los poderes infernales de las tinieblas..."
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| Así habló la voz, y las nubes comenzaron a oscurecer las colinas
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| Y el humo para rodar en coronas jabonosas, llamas renuentes;
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| La señal de la ira despertó...
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| Delante de la puerta había sentados a cada lado dos formas formidables en
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| La penumbra, dos sabuesos del infierno; |
| con anchas mandíbulas ceberianas
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| La señal de la ira despertó... |