| Hay una colina solitaria y gris
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| En una tierra lejana,
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| En un país más allá del mar azul;
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| donde bajo ese hermoso cielo,
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| salió un hombre a morir,
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| Por el mundo y por ti y por mi.
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| Oh, se inclinó mi corazón
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| Y las lágrimas comenzarán,
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| cuando en la memoria todo el cerro gris veo;
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| Porque estaba allí de lado
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| Jesús sufrió y murió,
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| Para redimir a un pobre pecador como yo.
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| He aquí, desfallecer en el camino,
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| Bajo la pesada carga del mundo,
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| Viene un hombre coronado de espinas en el camino;
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| Con una cruz, está inclinado,
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| Pero aún a través de la multitud,
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| Está ascendiendo esa colina solitario y gris.
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| Escucha, escucho el golpe sordo
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| Del martillo balanceado bajo;
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| Están clavando a mi Señor al madero
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| Y la cruz que levantan
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| Mientras la multitud mira
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| Sobre el bendito Cordero del oscuro Calvario.
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| Oh, se inclinó mi corazón
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| Y las lágrimas comenzarán,
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| cuando en la memoria todo el cerro gris veo;
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| Porque estaba allí de lado
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| Jesús sufrió y murió,
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| Para redimir a un pobre pecador como yo.
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| Cómo se burlaron de él en la muerte
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| Hasta su último aliento laborioso,
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| mientras sus amigos lloraban tristemente por el camino.
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| Pero aunque solo y débil,
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| Todavía no hay palabra de queja
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| Cayó de Él en ese montículo de gris.
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| Entonces una oscuridad descendió
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| Y las rocas dieron la vuelta,
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| Y un grito atravesó el aire cargado de tristeza;
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| Era la voz de nuestro Rey,
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| Quien recibió el oscuro aguijón de la muerte,
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| Todo para salvarnos de una desesperación sin fin.
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| Deja que el sol oculte su rostro,
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| Deja que la tierra tambalee el espacio,
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| sobre el hombre que su Salvador ha matado;
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| Pero, he aquí, del césped
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| Viene el bendito Cordero de Dios,
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| Quien fue muerto, pero ha resucitado.
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| Oh, se inclinó mi corazón
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| Y las lágrimas comenzarán,
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| cuando en la memoria todo el cerro gris veo;
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| Porque estaba allí de lado
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| Jesús sufrió y murió,
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| Para redimir a un pobre pecador como yo. |