| En una calle tranquila de la ciudad, un viejecito camina
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| Arrastrando los pies a través de la tarde de otoño
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| Y las hojas de otoño le recordaron otro verano que vino y se fue
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| Tenía una noche larga y solitaria por delante esperando a junio
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| Luego, entre las hojas cerca de la casa de un huérfano, un trozo de papel llamó su atención.
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| Y se agachó a recogerlo con manos temblorosas
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| Y mientras leía la escritura infantil, el anciano se echó a llorar
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| Porque las palabras quemaron dentro de él como una llama
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| «¡Quien encuentre esto, te amo!»
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| «¡Quien encuentre esto, te necesito!»
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| «¡Ni siquiera tengo con quién hablar!»
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| «Entonces, quien encuentre esto, ¡te amo!»
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| Los ojos del anciano buscaron en el hogar del huérfano.
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| Y la cámara para descansar sobre un niño con la nariz presionada contra el cristal de la ventana
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| Y el anciano supo que había encontrado un amigo, por fin
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| Así que la saludó con la mano y sonrió.
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| Y ambos sabían que pasarían el invierno riéndose de la lluvia
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| (Hablado)
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| Y pasaron el verano riéndose de la lluvia, hablando a través de la cerca,
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| intercambiando pequeños regalos que habían hecho el uno para el otro. |
| El anciano tallaría
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| juguetes para la niña, y ella le hacía dibujos de hermosos
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| señoras rodeadas de árboles verdes y sol, y se reían mucho.
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| Pero luego, el primer día de junio, la niña corrió hacia la valla para mostrar
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| el hombre un dibujo que ella había hecho, ¡PERO ÉL NO ESTABA AQUÍ! |
| Y de alguna manera,
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| la niña sabía que él no iba a volver. |
| Así que ella volvió a su pequeña
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| habitación, sacó una crayola y una hoja de papel, y escribió:
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| «¡Quien encuentre esto, te amo!»
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| «¡Quien encuentre esto, te necesito!»
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| «Ni siquiera tengo a nadie con quien hablar».
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| «Entonces, quien encuentre esto, ¡te amo!» |