| El infinito me da escalofríos
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| Así podrían las aguas de Islandia
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| Pero hay una diferencia en encontrar diamantes en el óxido
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| Y pedrería en una cacerola
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| Los milagros me derriban
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| Y a menudo lo harán
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| Ahora creo que estaba dormido hasta que escuché
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| La voz del gran Caruso
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| Lleva el infinito a casa
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| Déjame abrazarlo una vez más
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| Que sean los lirios del campo
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| O Caruso en su mejor momento
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| Un amigo mío me dio una cinta
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| Ella había copiado de un disco
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| Se hizo a principios de siglo.
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| Y encontrado en una chaqueta con la etiqueta «misc.»
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| Y entre violonchelos, arpas y fliscornos
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| Con la precisión del corazón de un colibrí
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| Era el señor de las mariposas monarca
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| Gobernante de una sola vez del mundo del arte
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| Lleva el infinito a casa
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| Déjame abrazarlo una vez más
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| Que sean los lirios del campo
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| O Caruso en su mejor momento
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| Sí, el rey de todos ellos era Enrico
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| Cuyo cofre singular podría rivalizar
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| Cien fervientes bautistas
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| Dando adelante en un avivamiento de tienda
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| cierto que era un milagro vocal
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| Pero eso es solo secundario
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| Es el alma de la mariposa monarca
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| Que encuentro un poco de miedo
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| Lleva el infinito a casa
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| Déjame abrazarlo una vez más
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| Que sean los lirios del campo
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| O Caruso en su mejor momento
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| Tal vez es solo un vehículo
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| Para llevarnos a las colinas de la Verdad
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| Esa es la verdad deletreada con una gran gran T
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| Y vendía en la cabina del místico
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| Hay oh tantos milagros
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| Que el cielo occidental expone
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| ¿Por qué ir a buscar lilas?
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| ¿Cuando estás acostado en un lecho de rosas?
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| Lleva el infinito a casa
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| Déjame abrazarlo una vez más
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| Que sean los lirios del campo
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| O Caruso en su mejor momento |