| Marie, Marie Flore era una niña de diez años
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| A quien conocí en el extremo sur de Francia.
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| Saliendo de la multitud estaba la hija
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| De alguien con flores para mí, éramos amigos de un vistazo.
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| Ella no hablaba inglés, pero se sentó a mi lado en el auto.
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| Y señaló lugares en el camino hacia el pueblo de Arles.
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| Marie, Marie Flore vino a la mesa esa noche
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| Mientras cenaba en un hotel antiguo.
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| La habitación estaba toda equipada con cosas del siglo XVII.
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| Y le sentaban bien.
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| Ella no comía nada pero se sentaba en su silla como una reina
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| Y se reía de mi francés, pero siempre parecía saber a qué me refería.
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| Marie, Marie Flore vino a escucharme esa noche
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| Cuando canté para la gente de Arles.
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| Se quedó atrás en las sombras de una arena en ruinas,
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| Su marco en mi mente nunca estuvo demasiado lejos.
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| En la prisa que siguió, descubrí que ella estaba sosteniendo mi mano.
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| Y acompañándome a través de una velada que los ancianos habían planeado.
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| Marie, Marie Flore, siempre recordaré
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| Tus ojos, tu sonrisa y tu gracia.
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| Queda el oro que fluía con tu risa
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| Para iluminar la imagen que tengo de tu rostro.
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| Porque he visto niños con rostros mucho más sabios que el tiempo,
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| Y tú, mi Marie, sin duda eres de este tipo.
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| Marie, Marie Flore, todas las probabilidades dicen que te veré de nuevo
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| Por plan o por casualidad.
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| Pero si no, estarás allí cuando esté soñando con la lluvia sobre París
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| O el sol en el extremo sur de Francia.
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| María, María, María Flore. |