| Estoy morando en la montaña
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| Donde brilla la dorada luz del sol
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| Sobre una tierra cuya maravillosa belleza
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| Supera con creces mis mejores sueños
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| Donde el aire es puro, etéreo
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| Cargado con el aliento de las flores
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| Están floreciendo junto a la fuente
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| Bajo los arcos de amaranto
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| Puedo ver lejos en la montaña
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| Donde vagué años cansados
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| A menudo obstaculizado en mi viaje
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| Por los fantasmas de la duda y los farsantes;
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| Votos rotos y decepciones
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| Rociado grueso por todo el camino
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| Pero el Espíritu guió, infalible
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| A la tierra que tengo hoy
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| estoy bebiendo en la fuente
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| Donde alguna vez moraría
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| Porque he probado el río puro de la vida
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| Y mi alma está satisfecha;
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| No hay sed de los placeres de la vida.
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| Ni adornar ricos y alegres
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| Porque he encontrado un tesoro más rico
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| Uno que no se desvanece
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| ¿No es esta la Tierra de Beulah?
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| Bendita, bendita tierra de luz;
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| Donde las flores florecen para siempre
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| Y el sol es siempre brillante
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| No me hables de cruces pesadas
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| Ni las cargas difíciles de llevar
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| Porque he encontrado esta gran salvación
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| Hace que esta carga parezca ligera;
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| Y me encanta seguir a Jesús
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| Con mucho gusto contando todo menos escoria
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| Honores mundanos todo el abandono
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| Por la gloria de la cruz
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| ¡Oh, la cruz tiene una gloria maravillosa!
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| A menudo he probado que esto es cierto;
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| Cuando estoy en el camino tan estrecho
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| Puedo ver un camino a través;
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| Y cuán dulcemente susurra Jesús:
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| «Toma la cruz, no debes temer
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| Porque he probado el camino antes que tú
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| Y la gloria permanece cerca.»
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| ¿No es esta la Tierra de Beulah?
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| Bendita, bendita tierra de luz;
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| Donde las flores florecen para siempre
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| Y el sol es siempre brillante
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| Donde las flores florecen para siempre
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| Y el sol es siempre brillante |