| Conozco a un hombre que canta blues
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| Sí, él toca justo lo que siente
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| Guarda una carta en el bolsillo de su abrigo.
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| Pero él nunca rompe el sello
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| Instalado en la esquina de un bar
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| Jugando por propinas y cerveza
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| Gente cargando y bebiendo
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| Tienes que esforzarte para escuchar
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| Lo he visto tocar una vieja guitarra barata
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| Pero podía jugar en ollas y sartenes
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| Nunca escuchaste un alma tan pura y verdadera
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| Está fluyendo directamente de sus manos.
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| Él puede cantar dulce como una niña de coro
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| O puede cantar una casa en llamas
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| Lo he visto llamando a los ángeles
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| Y usa una brisa para un cable de teléfono
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| Y si le preguntas
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| Cómo canta tan bien su blues
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| Él dice
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| Tengo un alma que no venderé
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| Tengo un alma que no venderé
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| Tengo un alma que no venderé
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| Y no leo postales del infierno
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| Dice que vino de Texas
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| Jugando desde que tiene quince
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| Puedes escuchar un poco de Chicago
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| Y mucho de Nueva Orleans
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| Te puede llevar en un tren de carga
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| Él puede llevarte por el callejón
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| El te puede llevar a la iglesia
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| Él puede guiarte por el valle
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| Y si le preguntas
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| Cómo canta tan bien su blues
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| Él dice
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| Tengo un alma que no venderé
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| Tengo un alma que no venderé
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| Tengo un alma que no venderé
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| Y no leo postales del infierno
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| lo he visto durmiendo en un portal
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| Tal vez viviendo afuera
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| De espaldas como una cucaracha
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| Pero él no está esperando a morir
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| Y si le preguntas
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| Cómo canta tan bien su blues
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| Él dice
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| Tengo un alma que no venderé
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| Tengo un alma que no venderé
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| Tengo un alma que no venderé
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| Y no leo postales del infierno |