| En mi memoria siempre veré
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| El pueblo que tanto he amado
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| Donde nuestra escuela jugaba a la pelota junto a la pared del depósito de gas
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| Y nos reímos a través del humo y el olor.
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| Ir a casa bajo la lluvia, correr por el camino oscuro
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| Más allá de la cárcel y detrás de la fuente
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| Esos fueron días felices en muchos, muchos sentidos
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| En la ciudad que tanto amaba
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| En la madrugada suena la fábrica de camisas
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| Mujeres llamadas de Creggan, el moro y el pantano
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| Mientras los hombres del paro hacían el papel de madres,
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| Alimenta a los niños y luego entrena a los perros.
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| Y cuando los tiempos se pusieron difíciles, había suficiente
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| Pero lo vieron sin quejarse
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| Porque en el fondo había un orgullo ardiente
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| En la ciudad que tanto amaba
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| Había música allí en el aire de Derry
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| Como un lenguaje que todos pudiéramos entender
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| Recuerdo el día en que gané mi primer sueldo
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| Y toqué en una pequeña banda de pick-up
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| Allí pasé mi juventud y a decir verdad
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| Me entristeció dejar todo atrás porque aprendí sobre la vida y encontré una esposa.
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| En la ciudad que tanto amaba
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| Pero cuando volví como me han ardido los ojos
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| Para ver cómo se podía poner de rodillas a un pueblo
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| Por los carros blindados y los bares bombardeados
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| Y el gas que cuelga de cada árbol
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| Ahora el ejército está instalado junto a esa vieja pared del depósito de gas
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| Y el maldito alambre de púas se hace más y más alto
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| Con sus tanques y sus cañones, oh Dios mío, ¿qué han hecho?
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| A la ciudad que tanto amaba
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| Ahora la música se ha ido pero continúan porque su espíritu ha sido herido, nunca roto
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| No olvidarán, pero sus corazones están dispuestos.
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| El mañana y la paz una vez más
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| Porque lo hecho, hecho está y lo ganado, ganado
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| Y lo que se pierde se pierde y se ha ido para siempre
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| Solo puedo orar por un nuevo y brillante día
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| En la ciudad que tanto amaba |