| La oscuridad enfermó lentamente los cielos
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| Un umbral descubierto en los campos del Elíseo
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| Las tormentas se establecieron: un muro de viento domesticado por Caronte para abrir el camino
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| A las puertas ennegrecidas de la condenación
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| El dios sórdido, el guardián de las almas
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| Con monedas de plata colocadas ojo a ojo
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| Marcharon sobre un campo de brasas
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| Sobre el Señor Rey Minos el caído
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| Ahora llamando para el próximo
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| Balbuceó sus palabras mientras la baba caía de su mandíbula.
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| «Nada salva a los culpables de estos crímenes injustos»
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| Condenado a una prisión de dolor o iluminación
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| Cerca, un barco miserable en un río maldito
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| Este sufrimiento eterno
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| Arrancan la piel de la carne de los condenados
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| Y así, enviados desde lejos, los cuerpos podridos se juntan
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| Psiques de los cadáveres fluyen
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| Con la tarifa de Caronte fuera de lugar
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| Los muertos vagan por las orillas del Acheron
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| Gritos de terror resuenan en
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| A través de las profundidades del bosque en el corazón de la estela
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| Las ascuas gotean de las hojas de ébano: fuego atado entre los esclavos
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| «Aquí está tu traidor. |
| Destinado a deleitarse con la sangre de su propia
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| Debe respirar la muerte y aceptar las pruebas de su consecuencia.»
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| Cerca, un barco miserable en un río maldito
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| Este sufrimiento eterno
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| Arrancan la piel de la carne de los condenados
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| Y así, enviados desde lejos, los cuerpos podridos se juntan
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| Psiques de los cadáveres fluyen
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| Con la tarifa de Caronte fuera de lugar
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| Los muertos vagan por las orillas del Acheron
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| Ahora asignado a sus líneas de juicio
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| Esperan al Invisible, el dios de Erebus
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| Como una fortaleza de hueso se levantó del suelo
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| En sucesión fueron dotados de una providencia abandonada
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| Y como un fantasma estigio, su carne se convirtió en azufre mientras descendían profundamente
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| al inframundo |