| En la primavera de la juventud, fue mi suerte
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| A la sombra de la ancha tierra un lugar
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| A la que no podría amar menos
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| Tan linda era la soledad
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| De un lago salvaje, con rocas negras unidas
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| Y los árboles altos que se elevaban alrededor
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| Pero cuando la noche había arrojado su manto mortuorio
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| Sobre ese lugar como sobre todo
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| Y el viento me pasaría
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| en su quieta melodía
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| Mi espíritu infantil despertaría
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| Al terror del lago solitario
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| Mi espíritu infantil despertaría
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| Al terror del lago solitario
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| Sin embargo, ese terror no era miedo.
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| Pero un deleite trémulo
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| Y un sentimiento indefinido
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| Surgiendo de una mente oscurecida
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| La muerte estaba en esa ola envenenada
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| Y en su golfo, una tumba apropiada
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| Para aquel que desde allí podría traer consuelo
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| A su imaginación oscura
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| Cuyo pensamiento salvaje podría incluso hacer
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| Un edén de ese lago oscuro
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| Pero cuando la noche había arrojado su manto mortuorio
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| Sobre ese lugar como sobre todo
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| Y el viento me pasaría
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| en su quieta melodía
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| Mi espíritu infantil despertaría
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| Al terror del lago solitario
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| Mi espíritu infantil despertaría
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| Al terror del lago solitario
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| Mi espíritu infantil despertaría
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| Al terror del lago
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| Surgiendo de una mente oscurecida
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| Tan linda era la soledad
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| En la primavera de la juventud, fue mi suerte
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| en su quieta melodía
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| Un edén de ese lago oscuro
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| Un edén de ese lago oscuro
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| Solitario, solitario, solitario
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| Solitario, solitario, solitario
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| Solitario, solitario, solitario |