| Su marco exhausto cayó hacia la plaza del pueblo.
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| Como una lata siendo empujada por ráfagas de viento intimidantes
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| Los sorprendidos testigos en la plaza observaron en cámara lenta
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| Orando por un evento repentino que los despierte de esta pesadilla
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| Pero nada pasa
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| Sin pellizcos, sin caídas, ni bofetadas
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| Solo un montón de 'Oh, Dios mío'
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| Fuga de sus labios temblorosos
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| Nuestro fugitivo pasa por las escenas de muchos crímenes.
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| Dolores, amores y alegrías
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| Los recuerdos que entraron voraces en su mente
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| Absorbido los colores vivos del presente
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| Dejando el cielo color carbón y todo lo demás de tono salmón
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| Luego notó que él también era del color de su entorno.
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| Una poderosa ráfaga de viento lo empuja directamente frente a los escalones de su
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| redención
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| Esta sería la casa de estructura de madera que él y su esposa compraron
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| Unos meses antes de que naciera su hijo
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| Con cada paso en el porche
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| Una tormenta que ruge en los cielos de carbón detecta rayos de electricidad de los cielos
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| el sigue pisando
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| No importa las historias que solía escuchar cuando era niño
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| Sobre los asesinos del cielo bajando de los cielos descontentos en sus
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| carros de relámpagos
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| Nuestro fugitivo sigue pisando
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| Necesita explicarle todo a su hijo
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| Solo entonces se levantaría el peso de esta carga.
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| Los fuertes vientos llevan un sonido que hizo que su columna se estremeciera de horror.
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| Así sería el aullido de seis sabuesos
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| Sonando como campanas de las catedrales del infierno
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| Puede oler la sangre del alcaide.
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| Y escuchar el choque de saliva de su boca al suelo
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| Más fuerte que el trueno que ruge en la tormenta
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| Sigue avanzando hacia la puerta.
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| Después de dos golpes rápidos en la puerta, su hijo abre
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| Las grandes aguas del río Tennessee brotan de los ojos de nuestro fugitivo
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| «Baby boy» susurra
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| El capullo se calienta y las antenas comienzan a emerger de su caparazón.
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| Simultáneamente con un rayo
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| Una sola bala sale del rifle del alcaide y viaja a través de la plaza del pueblo.
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| Restaurando los colores vivos que la memoria del fugitivo se había llevado
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| La bala se eleva en perfecto silencio con la cadencia rítmica de los latidos del corazón.
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| y aliento
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| Y ahí van 500 cadenas
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| Uno, dos, tres, cuatro, cinco pies
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| Seis, siete, ocho, nueve pies
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| Diez, once, doce pies de profundidad
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| Nuestro fugitivo cae
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| La carga permanece
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| Los ojos del alcaide se vuelven vidriosos.
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| Da unos pasos hacia atrás con el cañón de su rifle aún humeando.
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| Un testigo del tiroteo
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| Un caballero mayor, de corte limpio, vestido con risas blancas.
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| Y se quita el sombrero ante el alcaide
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| Y simplemente dice la palabra «Perfección»
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| La risa condescendiente del anciano resuena en la cámara vacía de
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| el cofre del alcaide
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| El alcaide se seca los ojos
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| Seis sabuesos y un bebé miran su rostro desconcertado
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| 500 cadenas |