Quien libra guerras, quien envía guerreros para iluminar la victoria - derramar enemigo
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sangre.
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Vienen destacamentos: los soldados se curan las heridas, obstinadamente, rectos, la sangre es como de un grifo.
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Las lámparas de las iglesias se apagan cuando los héroes son enterrados, los que aún viven se preparan para el último
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batalla.
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El soldado mira al cielo, pero no ve a Dios, se susurra a sí mismo: ten un poco de paciencia.
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Mi país es como un gran cuartel, aparentemente este es nuestro karma - Che Guevara.
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Las guerras del Islam, la bandera verde, encontraron la guerra en algún lugar de las páginas del Corán.
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Billetes mezclados con sermón, santidad manchada de sangre inocente y,
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Los líderes están afilando sus cuchillos, lanzando desinformación, el poder está en manos de aprishniks, matones.
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Vida, muerte por decisión del Emperador, desgraciado themis,
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Sí, durante mucho tiempo has sido envenenado, fundido, acuñado y distribuido.
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El reconocimiento de la ley es derribado de nosotros con varas, ensordecemos al Todopoderoso con oraciones llenas de lágrimas,
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Pero ¿por qué no nos escuchas? |
Verás, ríos de sangre se desbordan de sus orillas.
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Perdemos padres, cambiamos dioses, soy un hijo de guerra, siempre listo para la pelea,
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Cuando florezcan las amapolas, me vestiré de pantalones caquis, el odio en tanques, el solarium en hogueras.
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Hermano, ¿ves la sangre de tus oídos? |
Oye, texto en hojas, cruces en el suelo.
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En las correas de los hombros de la estrella, en la primavera, las lágrimas de abedul se derraman sobre los héroes, las trenzas se desenroscan,
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novias tristes.
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Los frescos sagrados destilan paz, enterramos ciegamente a los jóvenes detrás de los viejos.
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Destello a la derecha, emboscada a la izquierda, oye, pásale la carta a mi madre.
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Hermano, arroje vendajes: vendaré las heridas, no vivió mucho, no vio a su hijo.
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Lágrimas, reacción a estos destellos brillantes, ¡estamos cubiertos!
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No, hermano compatriota, ahora la falta de aliento pasará y pisoteará al niño, hay demasiados,
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¿Y por qué somos rusos? Oye, tus ojos se han vuelto aburridos.
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Levántate, levántate, ríndete demasiado pronto, murió, no creo, terco.
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Justo al otro lado del claro allí en el barranco me acuesto, se me cayó la cantimplora, me siguieron los perros.
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Corro de cabeza, sin mirar debajo de mis pies, susurro algo incomprensible para Dios.
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Con el toque de un bisturí, la bala de un francotirador, caí al suelo y lentamente me levanté.
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Se acercaba el rebaño, estoy en rojo otra vez, adiós mami, no más
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te veremos.
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Miré al cielo como nunca antes lo había visto, me senté en el suelo, me cubrí con un desgarrado
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impermeable
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En la mano izquierda, una granada más cerca del pecho, sacó el pasador, uno, dos, tres... |