| El olor se vuelve más rico; |
| el sabe que debe estar cerca
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| Encuentra un largo pasillo iluminado por una lámpara de araña.
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| Cada paso que da, los perfumes cambian
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| De fragancia familiar a sabores extraños
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| Una cámara magnífica se encuentra con su ojo.
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| En el interior, un largo estanque de agua de rosas está envuelto por una fina niebla.
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| Caminando en el húmedo silencio
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| Con una brisa cálida lo besa suavemente
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| Pensando que está bastante solo
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| Entra en la habitación como si fuera la suya
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| Pero las ondas en el agua dulce y rosada revelan una compañía impensada
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| Rael se queda atónito dudando de su vista
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| Golpeado por la belleza, atrapado en el miedo
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| Tres serpientes bermellones de rostro femenino
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| El movimiento más pequeño, lleno de gracia
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| Melodías apagadas llenan el salón resonante
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| Pero no hay ninguna señal de advertencia en el canto de la sirena.
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| «¡Rael, bienvenido! |
| Somos la Lamia de la piscina
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| Hemos estado esperando que nuestras aguas te traigan fresco»
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| Poniendo el miedo a su lado
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| Confía en la belleza ciega
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| Se desliza en el néctar
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| Dejando su ropa hecha trizas atrás
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| Con sus lenguas prueban y juzgan
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| todo lo que es mio
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| Se mueven en una serie de caricias que se deslizan arriba y abajo de mi columna
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| Mientras mordisquean el fruto de mi carne
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| no siento dolor
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| Sólo una magia que un nombre mancharía
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| Con la primera gota de mi sangre en sus venas
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| Sus rostros se convulsionan en dolores mortales
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| La más bella llora: «Todos te hemos querido, Rael»
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| Cada cuerpo vacío con forma de serpiente flota
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| Tristeza silenciosa en botes vacíos
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| Una acidez enfermiza llena la habitación
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| La amarga cosecha de una flor moribunda
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| Buscando movimiento sé que no encontraré
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| Acaricio los rizos que ahora palidecen en los que yacía entrelazada
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| Oh lamia, tu carne que queda tomaré como mi alimento
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| Es el olor a ajo que perdura en mis dedos de chocolate.
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| Mirando detrás de mí
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| El agua se vuelve azul hielo
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| Las luces se atenúan y una vez más el escenario está listo para ti. |