| El mar se extendió de par en par
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| Y las olas rugen en la distancia.
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| "Compañero, vamos lejos,
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| Lejos de nuestra tierra".
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| No se escucha en la cubierta de canciones
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| Y el Mar Rojo ruge
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| Y la orilla es oscura y estrecha,
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| Como recuerdas, te duele mucho el corazón.
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| Ocho ya ha golpeado en el tanque,
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| El amigo necesita ser cambiado.
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| Tan pronto como bajó la escalera,
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| El mecánico grita: "¡Muévete!"
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| Camarada, no soporto el reloj -
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| El fogonero le dijo al fogonero.
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| Los fuegos de mis hornos no arden en absoluto,
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| No puedo mantener un par en los calderos.
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| "Ve a decirme que estoy enfermo
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| Y voy dejando el reloj sin terminar,
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| Todos entonces expiraron, exhaustos por el calor,
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| No tengo fuerzas para trabajar, me estoy muriendo.
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| El compañero se fue... Agarró una pala,
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| Reuniendo las últimas fuerzas
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| La puerta de la cámara de combustión se abrió con un empujón familiar.
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| Y la llama lo encendió:
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| Su rostro, hombros, pecho abierto,
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| Y el sudor cayendo de ellos.
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| Oh, si alguien pudiera mirar allí,
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| ¡Yo llamaría infierno al fogonero!
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| Las calderas de vapor hacen un ruido siniestro,
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| Temblor por la fuerza de los vapores.
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| Como miles de serpientes, esas parejas silban,
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| Saliendo de las tuberías en alguna parte.
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| Y él, inclinado ante el fuego ardiente,
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| Hábilmente arrojó carbón con una pala.
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| Abajo estaba sombrío: un rayo de sol y un día
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| No puedo entrar en esa esquina.
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| Hoy no hay viento, no hay orina para reposar,
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| El agua se calentó, cargada, caliente.
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| El termómetro subió hasta cuarenta y cinco,
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| Sin aire, todo el fogonero.
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| Habiendo terminado de tirar, bebió agua,
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| Agua desalada, impura.
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| El sudor caía de su rostro, rastros de hollín,
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| Escuchó al conductor decir:
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| "No has terminado tu guardia, no te atreves a renunciar,
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| El mecánico no está contento contigo.
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| Deberías ir al médico y decirle:
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| Él dará medicina si está enfermo".
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| agarrando débilmente los pasamanos,
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| Subió por la escalera,
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| Ir a la sala de emergencias para la medicina
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| No podía, me estaba asfixiando por el calor.
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| Salió a cubierta, ya no hay conciencia,
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| Todo estaba nublado en sus ojos.
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| Vi por un momento una luz cegadora,
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| Cayó - el corazón ya no latía.
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| Corrieron hacia él con agua fría,
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| Tratando de traerlo a sus sentidos.
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| Pero el médico dijo, sacudiendo la cabeza:
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| Nuestro arte es impotente aquí.
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| Toda la noche en la enfermería yacía el difunto
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| Vestido con un traje de marinero.
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| Sostenía una vela de cera en sus manos,
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| La cera se derritió, calentada por el calor.
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| Vinieron a despedir a un amigo en la mañana.
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| Marineros, amigos del fogonero.
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| El último regalo le fue dado,
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| La rejilla está quemada y oxidada.
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| Una reja estaba atada a sus pies.
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| Y envolvieron el cadáver con una litera.
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| Llegó el viejo sacerdote del barco,
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| Y muchos rompieron en llanto.
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| El océano estaba tranquilo, inmóvil en ese momento,
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| Como un espejo brillaron las aguas.
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| Vinieron las autoridades, vino el capitán,
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| Y cantaron "Memoria eterna".
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| La tabla fue levantada con mano temblorosa,
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| Y en el sudario resbaló el cuerpo.
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| En el abismo del profundo mar desconocido
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| Para siempre, chapoteando, ahogado.
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| En vano la anciana espera a su hijo en casa,
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| Le dirán - ella sollozará,
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| Y las olas corren desde la popa de la hélice,
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| Y su rastro desaparece en la distancia. |