| Obispo por autoridad dada por Dios,
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| Selló la solución con un anillo de sello:
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| Traicionar a la chica lasciva Anna
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| Fuego sagrado para la purificación.
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| Porque la belleza pecaminosa
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| Los hombres avergonzados, arruinados inmediatamente.
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| Ellos, viendo tal milagro,
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| Perdieron su honor y perdieron la cabeza.
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| En los guardias, los que fueron sorprendidos desnudos,
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| Ella, desvergonzada, a la hora del baño,
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| Las manos temblaron, la voz se quebró
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| Cuando los llamaron para un interrogatorio.
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| Y en la casamata bajo el magistrado,
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| ¿Dónde pusieron esta belleza?
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| El espíritu maligno repetidamente
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| Rompió cerrojos, cerraduras, barrotes.
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| El verdugo sucumbió a estos maleficios.
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| Aunque susurró oraciones toda la noche,
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| Trató de ejecutar a Anna tres veces,
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| Pero tres veces el hacha se le cayó de las manos.
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| Y ahora arde un fuego cruel,
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| Pero la gente ve cosas maravillosas:
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| El fuego abraza al criminal,
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| Él besa sus hombros y sus pechos.
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| y se congela como un alto templo,
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| Donde hace más calor que perseguir el bronce,
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| Campanarios, ábsides, arcos, marcos…
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| Y los labios susurran: "¡Santa Anna!" |