| Sucedió bastante repentinamente que el Predicador llegó a la ciudad | 
| Con historias de los Testamentos de hombres de gran renombre | 
| Con su caja de medicinas patentadas juró curar todos los males | 
| Desde la cojera de los caballos, hasta los resfriados y escalofríos de los niños | 
| Y tenía consigo a su esposa india y una banda de música country | 
| Que cantó de paz y hermandad junto al Río Grande | 
| Ahora el Predicador reunió rápidamente a enfermos y pobres de millas a la redonda | 
| Que vino a él en busca de consuelo y para escuchar el sonido de su país | 
| Pero el alcalde pensó que era un problema cuando habló en contra de la ley. | 
| Y vio el poder creciente de las multitudes que podía atraer | 
| Y se preocupó cuando el Predicador se compró un terreno | 
| Para establecerse con su familia a orillas del Río Grande | 
| El salón estaba bastante lleno y había mucho en juego. | 
| Y las chicas cantaban canciones sentimentales que nos hacían llorar a los vaqueros | 
| Empezamos a criticar que el Predicador se casara con una squaw | 
| ¿Y cómo podía relacionarse con lisiados, borrachos y putas? | 
| Y en un ataque de locura, el Predicador esparció fichas y manos ganadoras | 
| Y lo condenó como una cueva de vicio al lado del Río Grande | 
| Ahora los chicos estaban borrachos y ruidosos, y en su mayoría bastante malos. | 
| Y lo arrastramos hasta la acera y le limpiamos los hombros con latigazos. | 
| Dijimos que él era el responsable de provocar la sequía. | 
| Eso había quemado toda la hierba de primavera y había acabado con la manada joven. | 
| El sheriff no se involucraría, la ley no podría tomar ninguna mano | 
| El Predicador no había dañado un alma | 
| Lo atamos en la ladera junto a dos valientes apaches. | 
| A quienes les habían dado picos y palas y los habían obligado a cavar sus tumbas | 
| Y cuando pidió agua se puso de pie y orinó alrededor de sus pies | 
| Mientras su lengua se hinchaba y ennegrecía en el calor abrasador del desierto | 
| Y alguien dijo que deberíamos marcar al Predicador con una marca | 
| Para demostrar que no pertenecía al lado del Río Grande | 
| Entonces el cielo comenzó a oscurecerse y una brisa levantó el polvo | 
| Y algunos de nosotros nos asustamos mientras que otros juraron y maldijeron | 
| Y el Predicador dijo unas pocas palabras con su último aliento agonizante | 
| Sobre perdonarnos por lo que habíamos hecho para provocar su muerte | 
| Y como la noche comenzaba a caer lo cubrimos con arena | 
| Y dejó sus huesos cansados para blanquear |