| «Uno no se ilumina por
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| imaginando figuras de luz,
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| sino haciendo consciente la oscuridad.»
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| En el trono dorado de las calaveras
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| En la casa de cristal de nuestros sueños
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| Se sienta el que lo gobierna todo
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| Ajeno, negado, olvidado
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| rey autoproclamado
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| Mirada hueca de sus ojos cansados
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| Enfocado, en los espejos de las paredes
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| Ahogándose en el laberinto sin fin de los reflejos
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| Inquieto, siempre buscando el yo
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| A través de las bibliotecas polvorientas
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| De sabiduría ancestral
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| A través de los acertijos
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| de verdades sospechosas
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| Buceo
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| En el negro y de vuelta otra vez
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| Con esperanza no hay esperanza
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| En la luz para ver que no hay ninguno
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| Sin concesión
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| No se encuentra una sola chispa
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| «Quien mira hacia afuera, sueña;
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| Quien mira dentro, despierta.»
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| Déjalo gritar en voz alta en la desesperación
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| Que baile con su propio réquiem
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| Deja que el arco le corte las muñecas
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| Como llora el violín
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| Desorientado por la llamada traicionera del ego
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| Perdido en el laberinto de innumerables revelaciones
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| Rebatiéndose uno tras otro
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| Disfrazados como promesas de iluminación
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| Todo lo que vi fue nada más que locura
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| Todo lo que veremos es nada más que oscuridad
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| Todo lo que dejaremos es nada más que fracasos
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| Todo lo que ganaremos es nada más que sin rostro
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| Porque ningún océano de estrellas espera
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| Ni el útero de posibilidades recién nacidas
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| Pero el propio espejo destrozado
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| Vacío oscuro de pensamientos equivocados
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| Cuando la oscuridad es consciente
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| Todos los horrores terminan
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| Sin figuras de luz
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| Cuando los espejos se rompen |