| En una mañana de Navidad en el desierto, 1981
|
| Un mes antes de los seis años
|
| En el valle del sol
|
| Mi primera bicicleta de dos ruedas estaba junto al árbol
|
| Mi corazón latiendo en mi pecho
|
| Aunque lo había intentado, aún no podía montar uno
|
| En nuestra calle cuando mi papá soltó el asiento
|
| Cabalgué fuera y por el camino
|
| De alguna manera nunca volví a casa
|
| Pero recuerdo cómo era
|
| Montado en mi bicicleta amarilla
|
| Primera libertad, segunda vida
|
| Todos los lugares en los que podría montar
|
| Dejando la luz de embalaje temprano
|
| Ese pequeño dolor en el interior
|
| Mi reino para alguien con quien montar
|
| Ahora un salteador de caminos que intercambió su manillar
|
| Yendo de ida y vuelta
|
| En furgonetas y coches de alquiler
|
| El 10, el 5, el 90 y el 95
|
| Enamorado de cada tramo de carretera
|
| Pero cuando los conduzco por mi cuenta
|
| Me recuerdan cómo era
|
| Montado en esa bicicleta amarilla
|
| Mi reino para alguien
|
| Algunas personas son solitarias
|
| Y aprendes de ellos
|
| Si siempre has sido un carpintero
|
| De nuevo en movimiento
|
| Pero si mantienes tus piernas bombeando
|
| A pesar de todo
|
| Bueno, puedes tomar esa picadura
|
| Puedes hacer que se balancee
|
| Sólo recuerda cómo era
|
| Montado en esa bicicleta amarilla
|
| Primera libertad, segunda vida
|
| Todos los lugares en los que podría montar
|
| Dejando la luz de embalaje temprano
|
| Ese pequeño dolor en el interior
|
| Mi reino para alguien con quien montar
|
| Cambiaría mi reino por alguien con quien cabalgar |