| El dugout está lleno de cables.
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| Decenas de monitores, como una retina de insecto
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| Y extraños pululan en las pantallas
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| Insectos-peatones, indiferentes, como robots.
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| Entra sin encender la luz; |
| él es el jefe aquí
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| Él pone el té, prefiere sentarse primero.
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| Después de todo, ya no es joven, tiene experiencia a sus espaldas.
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| Y cada año siente la muerte más y más
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| Pero ante sus ojos toda la red humana, toda la esencia humana:
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| Las cámaras transmiten y la tierra gira
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| El deslumbramiento en las pupilas no se puede contar:
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| Él es el observador supremo, y esto es un gran honor.
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| Y se sienta frente a una pared brillante de pantallas
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| Congelado, como un lagarto en el calor, y mira
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| Para otro sería aterrador y oscuro,
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| Y él, mirando, mira maravillosamente la tele sin fondo.
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| Laberintos, pasillos en monitores
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| Sodomitas, fracturas, fiestas, sobredosis
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| Deudores y acreedores, desde la élite hasta el fondo
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| Él observa y monitorea a la multitud de muchos lados.
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| En algún lugar, tres frentes golpean al paciente
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| Poniéndose un volante, pintado como un payaso
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| En algún lugar entierran a los niños de un orfanato ejemplar,
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| Pero detrás de ellos el abuelo mira por el telescopio.
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| Y solo cuando la luz de las linternas detrás de las cortinas se apaga
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| Se ajusta el brazalete amarillo en la manga.
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| Y, habiendo cerrado su piragua con fuerza para pasar la noche, en la distancia
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| Se va golpeando el asfalto con un palo blanco. |