| Cuando el mundo se convierte en una prisión húmeda
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| En que vana esperanza lucha el pobre murciélago
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| Golpeando las paredes con aleteo de alas
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| Y siempre asintiendo a los techos derrumbados
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| De repente, enojados, tocan las campanas
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| Y al cielo grita terriblemente
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| Convoyes mortuorios largos e interminables
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| Despacio y sin música, siempre paso por el alma…
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| Me has santificado con el rocío del sufrimiento
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| Y pones veneno en mi sangre
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| Y la esperanza derrotada llora
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| como mi alma
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| Y mueve la dulce boca de otros tiempos
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| Cuando el tiempo crece detrás de mí
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| ¡Y me estoy oscureciendo!
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| Es una hora dura y grande
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| Mis alas negras se extienden en el cielo
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| Así el mundo se silencia en la oscuridad
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| Así el mar silencia los volcanes cuando se encienden…
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| Cuando a través de los sueños aparecen ejércitos de nubes
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| La tenue sombra de la muerte con guadaña y hacha
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| Cállate como los cristianos están en silencio en el miedo
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| ¡Cuando la edad se establece y los dioses mueren!
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| Se quema hasta la muerte y el dolor
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| La llama que brillaba en mi
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| Extraña tristeza que crece como el mar
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| En una costa rocosa y desierta...
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| Sobre llamas, sobre humo, sobre cadáveres demacrados
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| En llanuras desiertas, en altares profanados
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| Ven, siéntate en tu trono de huesos
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| ¡Sube a la cima de las tumbas humeantes!
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| ¡Porque no me dejo esclavizar por ti, cristiano! |