| «Ninguna clase de sensación es más aguda y más activa que la del dolor
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| Sus impresiones son inconfundibles»
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| Te lo ruego... hechízame con mi apariencia mortal
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| Temo, por mi juramento, el ocaso de la juventud
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| Que pueda sucumbir a ti y reclamar tu beso más vital...
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| Entonces, Qué esperas…
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| «¡Qué falta de movimiento! |
| ¡Qué hielo!
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| Nada me conmueve, nada me emociona…
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| Te pregunto, ¿es esto placer? |
| ¡Qué diferencia del otro lado!
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| ¡Qué cosquillas en mis sentidos! |
| Qué excitación en mis órganos»
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| Del lecho de Aurora, de la vista de los dioses perdida, un hombre enfermo derramó sus lágrimas
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| ¿Viví muerto o viví cuando no sabía nada más que miedos mortales?
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| El humo de mis suspiros cubrió el suelo
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| Entrelazado con el fresco rocío de la mañana
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| Acosé mi nombre y sucumbí a tu carne seductora
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| Con la esperanza de recordar la vista
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| Me burlo de ti... hija de los serafines
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| Oh, lamento tu pérdida de inocencia...
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| Escribiré, por mi fe, un soneto para ti, mi amado
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| Inquietante... deambulo por las concurridas calles de Londres
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| Vestida para matar y vivir y dejar vivir y dejar rastros de rojo
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| Creo que me estoy enamorando un poco de ti
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| Oh, bella virgen... extiende tus alas de ángel y coróname por ser un loco
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| Inocencia y miedo, reflejados en los ojos salvajes de lascivia
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| Dulces dieciséis, dulce e inocente colleen
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| Anhelo el dulce, dulce sabor de tu vulva desnuda
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| Chupando, chupando... y así sucesivamente hasta manchar tu inocencia
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| Hipnotizado por tu vino venenoso
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| Ah, me enamoro... |