| Llega la mañana, ella sigue el camino a la orilla del río
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| Ligeramente cantada, su canción es el pestillo de la puerta de la mañana
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| Ver el sol brillar en las cañas, perlas de plata, pasar al mar
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| Viene de un pueblo donde le dicen la hija del leñador
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| Ella es morena como la orilla donde se arrodilla para recoger su agua
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| Y se lo lleva con un amor que el río le ha enseñado
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| Déjalo fluir, déjalo fluir, amplio y claro
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| Vuelta y vuelta, el corte del arado en el campo surcado
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| Estaciones redondas, las fanegas de maíz y la harina de cebada
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| Tierra quebrada, abierta y llamando a la primavera
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| La suciedad negra vive de nuevo
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| El labrador es ancho como la parte trasera de la tierra que está sembrando
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| Mientras baila la pista circular del arado sabiendo siempre
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| Que la obra de sus días mide más que la siembra y el cultivo
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| Déjalo crecer, déjalo crecer, rinde mucho
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| ¿Qué diremos, lo llamaremos por un nombre?
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| Así como contar los ángeles bailando en un alfiler
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| Agua brillante como el cielo del que vino
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| Y el nombre está en la tierra que lo recibe
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| No hablaremos pero permaneceremos dentro de la lluvia
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| Y escucha el grito del trueno: «¡Yo soy! |
| ¡Soy! |
| ¡Soy! |
| ¡Soy!"
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| Así es, hacemos lo que hacemos desde que el mundo comenzó
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| Nada más, el amor de las mujeres, el trabajo del hombre
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| Estaciones redondas, criaturas grandes y pequeñas
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| Arriba y abajo mientras subimos y bajamos
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| ¿Qué diremos, lo llamaremos por un nombre?
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| Así como contar los ángeles bailando en un alfiler
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| Agua brillante como el cielo del que vino
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| Y el nombre está en la tierra que lo recibe
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| No hablaremos pero permaneceremos dentro de la lluvia
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| Y escucha el grito del trueno: «¡Yo soy! |
| ¡Soy! |
| ¡Soy! |
| ¡Soy!" |