| Tiempos de peste y viento de putrefacción
|
| Ratas que eructan en las alcantarillas por millones
|
| Brutal ola de alimañas chirriantes
|
| Bebés devorados en su cuna
|
| Las ratas parecían venir todas del mismo lugar
|
| Un intestino de canalón olvidado y pútrido
|
| Y en medio del nido
|
| Algo como una corona
|
| Una corona hecha de ratas unidas por la cola
|
| Un día vino un extraño con lengua extraña y ojos rojos.
|
| Los ojos de su pequeña rata brillaban con inteligencia maliciosa.
|
| de aspecto extraño
|
| Creciendo desconfianza
|
| Cubierto con pieles de rata
|
| Bigotes grasientos como colas de rata sobre sus dientes amarillos como los de un ciervo.
|
| Profundamente frío y malévolo pregonando el mensaje de la peste
|
| El hedor de la muerte y el olor de las alcantarillas siguen su feo camino
|
| Parecía ser el único no afectado por las ratas.
|
| Algunos dijeron que lo vieron hablar con ratas
|
| El que vino de la nada
|
| Pronto la gente le pidió ayuda.
|
| Listos para dar los pocos que tenían
|
| El trato era claro: sacaría las ratas gratis.
|
| La condición es que lleve a un niño con él.
|
| Pero ninguno de los palurdos quería ningún niño para sacrificar
|
| Decidieron otra forma de romper el trato y nunca pagar
|
| «Déjalo que mate las ratas y no le daremos a nadie...»
|
| Dijeron «de acuerdo» y le dieron su palabra
|
| Los miró y prometió que al amanecer las ratas se irían...
|
| Por la noche el aldeano apenas dormía mordido por el remordimiento
|
| Rodeado por el sonido de su flauta
|
| Monótono y hosco…
|
| El extraño caminó con calma.
|
| Su música siguiéndolo en la noche
|
| Y las ratas lo siguieron cerca del lago.
|
| Mirando su queja...
|
| Confiados, todos entendieron y aceptaron lo que dijo en silencio.
|
| La procesión desapareció en las aguas profundas y nadie los volvió a ver.
|
| Y a la mañana siguiente cuando preguntó por el niño
|
| Ninguno quería dar a su hijo
|
| Su plan estaba en marcha
|
| Las ratas se habían ido pero los aldeanos lo expulsaron sin ningún hijo.
|
| Con la sonrisa ácida de la traición en sus rostros hipócritas
|
| Por la noche, una débil melodía de quejas enfermizas atravesó el silencio.
|
| El forastero caminaba tranquilo rodeado del sonido de su flauta
|
| Y todos los niños lo siguieron cerca del lago.
|
| Mirando sus ojos
|
| Confiados, todos entendieron y aceptaron lo que dijo en silencio.
|
| Y los niños rompieron el círculo para caminar hacia el lago plateado.
|
| La procesión desapareció en las aguas profundas y nadie los volvió a ver. |