| Era una antigua mañana italiana
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| Con moscas, amapolas, trigo
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| Los campesinos parecían cuadros
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| El sol, el Po y los destinos heroicos
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| julio de mil novecientos algo
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| De repente desde la llanura cubierta de rocío
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| Cómo sale la nota alta del tenor
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| El avión de Francesco Baracca
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| El pájaro de lona vibró fuertemente
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| Una vela ligera y frágil
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| Y subió en espiral en vuelo
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| Como un alegre vals de la Romaña
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| Y desde allí la tierra se mostró
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| Como una mujer feliz ella se abrió a él
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| Sin miedo y sin desgana
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| Descubrió su dulce geometría
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| Y estaba Rimini estaba Riccione
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| Y básicamente el sur sur inexplorado
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| Y en el norte el estruendo del cañón
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| Tan devastador como la inundación
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| Y entró en su alma y mente
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| Esa bella e inconsciente Italia suya
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| Y sufría de celos aflicción para tocar su aflicción
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| Para llevársela
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| Y voló para jugar con el destino
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| La juventud no le teme a la muerte.
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| No fue un duelo, no hubo caballería.
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| Pero un golpe bajo de la infantería
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| Y su vida ya perdía altura
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| Un fuego artificial, un cometa
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| Como un pájaro herido que cae
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| Se vuelve solo plumas y viento y luego silencio
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| El poeta dice que al morir
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| Toda la vida se revisa en un momento
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| Juegos, esperanzas, miedos
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| Los rostros amaban a los amigos las aventuras
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| julio de mil novecientos dieciocho
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| Hubo un hombre que lo perdió todo
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| Es la Italia agraria y proletaria.
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| Ganó el primer as en el aire.
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| Como un pájaro herido que cae
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| Se vuelve solo plumas y viento y luego silencio |