| Esta gran ciudad increíble es una locura.
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| Medios tonos, sus calles estrechas, en la bruma de la casa,
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| Pequeños puentes, líneas frágiles dibujan el amanecer,
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| En la margen izquierda, los trazos de lápiz se desvanecen.
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| Nosotros, medio dormidos, salimos por el arco a la oscuridad brumosa,
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| El primer tranvía nos adelantará, sonando, en Liteiny Corner.
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| Nos abrimos paso a lo largo de los senderos hacia las aguas del Neva,
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| Nos escoltan con miradas perezosas leones mojados.
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| Celosías talladas, cruces doradas parpadean,
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| Nuestros ojos enfermos se ciegan de la belleza,
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| Si el Jardín de Verano surge en el camino, o el Palacio de Invierno -
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| ¡No perdonaste a tus contemporáneos, rey y creador!
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| La ciudad es Venecia, la ciudad es la Bastilla, la ciudad es una prisión.
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| Quien, habiendo mirado, se detendrá en el camino, se volverá loco,
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| Y se convierte en un monumento de bronce o en un sueño -
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| Este es el precio mínimo para la belleza.
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| Las paredes de la cafetería servirán de refugio a los enamorados,
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| El Saigón durmiente respira el olor marrón de los granos.
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| Conocí la primera noche blanca y deslumbrante en el camino,
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| Quien haya estado aquí una vez no se irá.
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| Si aún te vas, te alcanza una flecha,
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| Y detrás de la espalda el cielo se refleja en fragmentos de vidrio.
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| La ciudad es Venecia, la ciudad es la Bastilla, la ciudad es una prisión.
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| Quien, habiendo mirado, se detendrá en el camino, se volverá loco,
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| Y se convierte en un monumento de bronce o en un sueño -
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| Este es el precio mínimo para la belleza. |