| Los dardos del viento no se pueden desencadenar,
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| gritan a través del tiempo,
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| lo que querías ocultar,
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| cubriendo nuestros ojos
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| persiste el cielo fiel de siempre,
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| la verdad en ella resiste,
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| maldita tierra bromea el tiempo,
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| hombre mira lo que queda!
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| Escucha los poemas, los cuentos legendarios,
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| Hablando de la gloria, el sufrimiento de los dolores
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| Los caballeros cruzados donan su propia vida por la causa,
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| Escucha y conocerás la justicia del mundo
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| los ejércitos sagrados, y el caballero piadoso, el caballero piadoso
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| que el gran sepulcro de Cristo hizo libre
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| Yo canto; |
| mucho valor y previsión, y previsión
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| y en aquella gloriosa guerra mucho sufrió
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| La tierra le dice al hombre común:
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| no te importa la muerte,
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| extiende por todo tu camino,
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| No desperdicies tu piedad
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| Mira sus caballeros, solo por Cristo
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| Abandonaron sus casas
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| Sin miedo en sus corazones puros
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| Sin piedad en absoluto
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| Ido por JC con su escudo cubriendo sus corazones
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| Sin miedo al final solo en el nombre de su amor
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| Amor que tiene que reinar aunque la muerte llame
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| No muestres piedad en absoluto y confía en mis palabras anteriores
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| No necesitamos llorar por ti, aquí, enterrado
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| La tierra es tu lecho, y no la tumba los cielos
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| son para tu alma la cuna y el nido
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| Allí vive, porque aquí tu gloria nunca muere
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| Los dardos del viento no se pueden desencadenar,
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| gritan a través del tiempo, nuestro tiempo
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| lo que querías ocultar,
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| tapándonos los ojos, con las manos ensangrentadas
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| Citas de «La Jerusalén entregada |