| Ardiendo como burla en el prisma de la noche
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| Todavía retorciéndose por el sermón, esos parásitos determinados
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| Destinado a dominar y embellecer su luz
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| Paseó por su torre prisión con un apetito disonante
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| la luna era negra
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| Al diablo le puede importar
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| Tres veces había mirado a sus jueces
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| oscureciendo allí
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| Con una mente de Ajenjo
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| Y una garganta de veneno
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| Preguntó
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| Pensó que la corte era una farsa
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| Su lengua tan afilada como el cristal.
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| Un bastardo hasta el final
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| Este asesino de la verdad...
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| .tensó sus garras en el ruinoso yeso
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| Flexionando la vejación a los clérigos horrorizados
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| Con alboroto hizo enmascarar la cruz
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| Y el maleficio del exilio del Reino de Dios pasó
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| De vuelta en el espejo, la vanidad destrozada murió
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| La maldición aún más clara en el lado de la cordura
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| Desterrado de las lujosas extensiones del paraíso
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| Desde las orillas del cielo se vierte a la dolorosa división
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| la luna era negra
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| Al diablo le puede importar
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| Su trueno rasgó todos sus velos
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| engrosando allí
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| Su pulso beligerante
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| A un repugnante rastreo
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| Sí
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| había fomentado la maldad
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| Alimentado con víboras en su pecho
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| La caricia de la muerte infligida
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| Así que ahora a sufrir…
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| Él quemaría, discerniría
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| Que su segundo turno
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| Duraría por la eternidad
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| En el cálculo de las llamas
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| Esa noche su situación marchó en desfiles dementes
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| Sobre un arcoíris de cicatrices de magia negra
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| La sangre corrió hacia el miedo, se convirtió en tormento a raudales
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| En lo profundo del sueño de este hereje, prohibido
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| Las pesadillas eran lívidas, ocultistas, depravadas
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| Su epifanía luchó por llegar
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| Pero el amanecer lo encontró allí, redentor, preparado
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| Como Cristo al Gólgota, su rostro al sol
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| Todos los miedos fueron manchados
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| Cuando Juana había aparecido
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| En una lluvia de lágrimas
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| Último vestigio de inocencia
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| Anhelando su visión de la divinidad
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| De sus milagros y gestas líricas soñadas
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| Él la encontraría en la pira mientras el fuego la besaba.
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| Y juntos subirían a Dios, entrelazados en la felicidad
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| Al diablo le puede importar
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| Asombró a la corte con una confesión jurada
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| acelerando allí
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| Su muerte radiante
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| Y aguda renovación
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| Por lo tanto
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| El final fue glorioso
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| Fue como Jesús atado
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| A la sombra y al polvo
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| A las campanadas de las siete
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| Y
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| Con ladrones en ambas manos
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| El segador de estas tierras
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| Lloró con santos planes
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| Mientras se atragantaba con el cielo |