| Perdona las últimas serenatas del día
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| Sus cielos, magullan como mujeres nórdicas
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| Manchas carmesí profundas
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| Que la muerte reclamaría
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| Sus túnicas de oficina nadan en
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| como lo haría yo
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| Por su ojo oscuro
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| Tiene fijo, un basilisco, una guadaña
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| Sobre restos carbonizados
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| Con desdén compartido
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| Para aquellos que elegí para mortificar
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| sus gritos
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| haber paralizado
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| Y el humo ha ahogado estas vistas
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| Pero todavía miento
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| Aunque las lágrimas han muerto
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| Sobre la tumba de mi Clarissa
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| Un verso para ella susurrado a la tierra
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| (La maldición de un amante es un ataúd transparente)
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| Elogia sus curvas tan a menudo coincidentes
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| aunque ella era
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| No Blancanieves en la noche en que murió
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| La bendición de su sombra cuando la luna se cubrió
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| Labio con sangre y secretos arrancados
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| Porque sobre y dentro la extendieron de par en par
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| Esa novia serafín
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| El orgullo del diablo
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| Pronto vengarás con una rápida repetición
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| Pero se retorcían
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| Para mi ojo oscuro
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| Embrujada, fue fijada como la de Mardoqueo
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| Sobre el reinado de Ester
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| Y en este sentido
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| Vi su lujuria todavía manchar sus muslos
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| sus gritos
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| haber paralizado
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| Y el humo ha ahogado estas vistas
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| Pero todavía miento
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| Aunque las lágrimas han muerto
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| Sobre la tumba de mi Clarissa
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| Debajo de estos árboles donde la niebla envuelve
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| Su espíritu huye, viendo cadenas de antorchas
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| Un beso fugaz que remueve hojas de poesía
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| Estuve
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| Sin caballero oscuro, rompiendo hombres como el hielo
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| Yo era como un licántropo hasta que la luna se cubrió
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| Labio con sangre y últimos adioses
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| ahora sueño
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| Envuelto en nubes puras del olvido más dulce
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| Donde fluye la belleza
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| Liberado de los dientes de aquellas bestias que habían venido
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| Para arrancar sus hechizos
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| En celdas con letras rojas
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| Donde incluso el príncipe heredero del Infierno
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| Sal de su caparazón arrogante
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| Vacilaría a mejor
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| Pero su rostro pronto se disipa
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| Y como plumas negras cayeron
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| Del humo del cielo
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| Así que me desperté a la locura
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| Su cadáver exquisito
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| Encontrado apto para su deporte
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| Por supuesto
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| Ardería en la mañana conmigo
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| Y allí en esta noche
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| Colgado en mi vista
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| desnuda ella se balancea
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| Mostrados para su deleite vulgar
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| Grito a través de mis barras a las estrellas
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| Que por estos crímenes míos me consuele
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| No temeré las llamas
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| Que a la pasión son mansos
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| No es casi el mismo dolor abrasador
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| (Rezo) Como dominado al perderla
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| ni el temple de los rugidos
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| Eso se asentará como cenizas y puntajes.
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| Como con nuestros fantasmas en la niebla
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| Cuando ambos no volvamos más |