| Las velas negras bailan con una obertura
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| Pero me siento atraído más allá de su señuelo parpadeante
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| Al bosque que respira que rodea la habitación
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| Donde los árboles vigilantes salen del útero
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| Bebo el vino rojo sangre
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| Mis pensamientos pesan mucho con la carga del tiempo
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| Del conocimiento bebido de la fuente de la vida
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| Del caos nacido del amor y la guadaña
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| El bosque llama con su llamada nocturna
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| Para acercarme en medio de los aullidos de los lobos
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| Donde las ataduras de Cristo son pisoteadas con desprecio
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| En la tierra oscura y olorosa
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| Nos abrazamos como dos amantes en la muerte
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| Un monumento al atrapamiento del aliento
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| A medida que la restricción se sangra de las venas de mi cuello
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| Dejar caer rosas sobre mi pecho jaspeado
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| Deseo el viento y la ráfaga de hojas
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| Y el perfume de la carne en la brisa asesina
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| Para aprender de la oscuridad y las voces entre
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| esta es mi voluntad
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| El bosque susurra mi nombre, una y otra vez
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| Cuando la luna está llena
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| Nos reuniremos para adorar
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| El potente espíritu de tu Reina
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| Mi madre gran Diana
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| Ella que de buena gana aprendería toda la hechicería
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| Sin embargo, no ha ganado sus secretos más profundos
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| Entonces mi madre
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| Enséñale, en verdad
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| Todas las cosas aún desconocidas
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| camino por el camino
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| A la tierra de los Inmortales Oscuros
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| Donde los hambrientos llevarán mi alma
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| Mientras la caza salvaje corre a través de las ramas
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| Ven a mí, mi pálida hechicera
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| En la luna de los bosques nos besamos
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| Artemis estar cerca de mí
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| En los brazos del viejo roble
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| Donde la luz del día cuelga de una soga lunar
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| Y se vuelve a invocar al astado oculto
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| El principio del mal
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| La evolución ha sido recordada
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| Debajo de la expansión de un Eón Mágico
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| me quedo embelesado
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| En el bosque susurrante
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| «Pálido, más allá de porche y portal
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| Coronada de hojas, ella está de pie
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| Quien reúne todas las cosas mortales
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| Con frías manos inmortales
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| Sus labios lánguidos son más dulces
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| Que el amor que teme saludarla
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| A los hombres que se mezclan y la conocen
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| De muchos tiempos y tierras.» |