| Envuelto en el dolor,
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| Entrando en un salón del pilar oscuro,
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| con el mármol más exquisito,
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| pulido y reluciente desde hace miles de años,
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| Escucho el eco del vacío...
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| Paso con cautela por el suelo vacío,
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| pero noto, intranquilo, que mis pasos son silenciosos.
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| Asustado, me apresuro al siguiente pasillo...
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| Hay estatuas de oro puro,
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| decorado con las gemas más raras.
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| Allí están magníficos y gloriosos,
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| mirando el cielo…
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| Aunque hay algo que me preocupa y por fin me detengo y veo qué es...
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| Lo que observo es el rostro amargo de la soledad.
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| El abrazo frío se siente en el rincón más recóndito de mi alma.
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| ¿Era la belleza nada más que frío?
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| Lo que encontré hermoso, ¿fueron solo vientos helados?
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| ¿Era esta la habitación que había estado buscando durante tanto tiempo?
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| ¿Era este el lugar donde vive la libertad?
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| Mi camino prosiguió hacia el desierto,
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| por el conocido camino llamado Confusión…
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| Después de una noche oscura me acerqué a la puerta grande,
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| aunque me asombré cuando vi que era más que una puerta.
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| Llegué a un cruce de caminos con dos puertas doradas.
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| Regalo... Misterio...
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| ¿Quién los construyó allí?
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| ¿Qué era el Recuerdo en esto?
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| Me sorprende su tentación,
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| el poder de invitación que atrae mis pensamientos más íntimos.
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| Sorprendido por esta poderosa experiencia
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| y agradecido por ello me quedo vacilante en la encrucijada.
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| ¿Qué camino es mi camino?
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| ¿Qué puerta es la apertura a la vida que quería?
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| Oh, Jesucristo...
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| Busco tu sabiduría divina,
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| Me inclino ante Tu consejo...
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| Que tu mano guíe un corazón vacilante
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| Que tu palabra sea una antorcha en mi camino... |