| Las arenas hinchadas con una multitud delirante
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| Lleno de color y amarga sed de sangre.
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| Hay suspiros y carcajadas
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| Y espadas afiladas como gritos de niños.
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| Venden juramentos, apuestas y almas,
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| Maní, jugo y banderas
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| Sombreros de papel que usan las damas
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| Venden la muerte negra como un toro
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| De repente la multitud grita
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| En cuanto a un eclipse
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| Ciclón de locura
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| Remolino de apocalipsis
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| porque aquí
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| El de, el de quien, el de quien, el de qué
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| El que estamos esperando:
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| El matador llevado por la luz
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| El matador, que lleva miedo
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| Es el enredo de dos monstruos en movimiento.
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| La lucha ha comenzado, enarbolada por aplausos
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| En los valses de saltos, de saltos con capa roja
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| ¿Quién está más solo, el Hombre o Tauro?
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| y mientras tanto
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| El Mediterráneo
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| ¿Quién está a la vuelta de la esquina?
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| Juega con los guijarros
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| La bestia ha respirado durante mucho tiempo el polvo.
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| Ella olfateó la Muerte que pasaba mucho tiempo
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| En un salto fabuloso que sacudió la tierra
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| Ella eligió a la Muerte como su invitada.
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| El circo explotando
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| De un tumulto bíblico
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| parece dar sangre
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| A esta sangre en respuesta
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| porque aquí
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| El de, el de quien, el de quien, el de qué
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| El que esperamos;
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| El matador que lleva todo un pueblo
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| El matador victorioso sobre su muerte
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| Mañana cuando suene la hora catalana
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| Mediodía en el sol agotado del descanso
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| Verás, estoy seguro, en la iglesia románica
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| Entra el matador a decir su credo
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| y mientras tanto
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| El Mediterráneo
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| ¿Quién está a la vuelta de la esquina?
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| Juega con los guijarros |