| Fue allí mismo en una sala de hospital.
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| Que abrí los ojos y vi una cama junto a la mía
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| El primer día hay una sensación desagradable y vulgar.
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| Y las pequeñas molestias no son buenas para el corazón
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| Pero la noche, la noche
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| Aumenta el grosor del dolor con su presencia.
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| Por la noche, el corazón se hincha por la noche.
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| Y las quejas de los enfermos llenan las habitaciones
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| Pero extrañamente al día siguiente antes de que lleguen los familiares.
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| Incluso hay un poco de ironía en las quejas.
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| Y la cama junto a la mía con un hombre grande y un poco vulgar en ella
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| Conviértete en una presencia singular
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| "Gildo, como lo hago, me da verguenza, debo irme"
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| Y Gildo, el gran Gildo, me enseña a hacerlo tumbado.
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| Y mientras tanto a unos metros me cuesta respirar
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| Son la discordia inocente de un salón
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| Son las pequeñas molestias, los pequeños gestos
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| Lo que hace que el hombre sea realmente feo.
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| Pero en el hospital donde la pérdida es total
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| Donde la mierda que tienes que superar
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| Es para ayudar a un hombre a vomitar.
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| Donde ya no hay inhibición
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| Del vómito al sudor, a la defecación
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| Y luego te saltas el plan si sabes como saltártelo
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| Y entras en otro departamento del amor
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| "Gildo, me gustaría eso, sin que las monjas lo sepan"
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| Y Gildo, el gran Gildo, a escondidas me pasa algo de comer
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| Y mientras tanto un hombre muere a unos metros
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| Hablamos poco y en voz baja durante varias horas.
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| Y en la noche, ese invitado escalofriante se lo llevan
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| Y retoma el ritmo del carril imperturbable y despreocupado
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| Pequeñas molestias, ya lo he dicho, duelen el corazón
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| Pero el sentido de la muerte
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| Siempre fue demasiado fuerte
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| Gildo, nunca supe como imaginarlo
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| Quién sabe por qué de repente se vuelve elemental.
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| Puede parecer irreverente pero unas horas después
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| Todos nos reímos de nada.
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| Pero para evitar malentendidos
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| No es el cinismo cínico de los médicos.
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| Pero el significado de la vida que te empuja fuera
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| "Gildo, lo siento, estoy curado, me tengo que ir"
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| Y Gildo, a quien naturalmente nunca más en mi vida tendré el placer de conocer
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| Él esconde, esta vez con vergüenza, su dolor
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| El cielo es azul y tenso
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| Y mis extrañas e ingrávidas piernas
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| Caminé por el jardín tembloroso
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| Como en un sueño reparador
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| Los ojos de las nuevas madres brillaron
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| Y sus grandes pechos eran blancos debajo de sus batas
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| Solitario sentí ese candor, ese aire de pureza
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| Y el cielo era azul y había un poco de brisa
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| Y extrañamente, una sensación de amor que no puedo decir |