| Cierra los ojos que te llevo a grandes alturas
|
| Aprovecho tu corazón con la ayuda de estas notas.
|
| Esta es musica que estremece, por vuestras vidas vacias
|
| Curo heridas y te bautizo como sacerdote
|
| Peyote psicoacústico mo' te derrites
|
| Es el milagro del agua que raya rocas viejas
|
| Plantas secas que producen brotes.
|
| En esta melodía de piano sembramos las emociones que recoges
|
| Puedo cambiar este clima y aparentemente
|
| Tu mente absorbe cada señal que te dice cada una de mis rimas
|
| Son milagros sónicos en vista previa.
|
| Es la corriente de un arroyo que te lleva a la cima
|
| Nada ha permanecido igual que antes, no más dramas.
|
| Cualquier paranoia se extingue mientras escuchas y luego te enciendes
|
| Si haces música con el corazón, sin patrones ni pentagramas
|
| Ella corresponde con amor mientras no la engañe.
|
| Y cuando no estás sabes que mi humor va mal
|
| Cada día que pasa un día por no decir basta
|
| Pero ahora sonrío con entusiasmo.
|
| Eres la Sra. Música, eres la única certeza que queda
|
| Las personas que te ignoran mi señora están en desorden
|
| Sigue a mi lado desde que estoy contigo, estoy mejorando.
|
| En cambio si respiro es porque canto
|
| Hay quien solo piensa en vivir y quien vive pensando
|
| La música te levanta si estás cayendo
|
| Yo creo lo que veo y ahora estoy a tus ordenes
|
| 35 primaveras y parece que ahora estoy empezando
|
| Vital como el agua, aparte de un placebo suave
|
| Solo quería decirte, gracias
|
| Por cómo me criaste y me mimaste y borraste mis angustias
|
| Eres alimento para la mente hasta para cabezas saciadas
|
| Un hombro para llorar y enfrentar las desgracias
|
| Y no me privo de ti, eres un solo percusivo infinito
|
| Como el latido del corazón que aún me mantiene vivo
|
| Y esto ya es una buena razón
|
| Y por esto sigo escribiendo
|
| Sin nunca un punto de llegada
|
| Y cuando no estás sabes que mi humor va mal
|
| Cada día que pasa un día por no decir basta
|
| Pero ahora sonrío con entusiasmo.
|
| Eres la Sra. Música, eres la única certeza que queda |