| Una mañana del mes de junio,
|
| Como de mi catre me desvié,
|
| Justo al amanecer del día
|
| Me encontré con una sirvienta encantadora.
|
| «¿Buenos días a ti, marchito?», dije yo,
|
| «Buenos días a ti ahora,»
|
| La criada respondió, «amable señor», exclamó,
|
| «He perdido a mi vaca manchada».
|
| «Ya no llores, ya no te lamentes,
|
| Tu vaca no se ha perdido, querida,
|
| La vi allá abajo en la arboleda,
|
| Ven amor y te mostraré dónde.»
|
| «Debo confesarte que eres muy amable,
|
| Le agradezco señor, dijo ella,
|
| «Estaremos seguros de que ella allí para encontrar,
|
| Ven cariño, ven conmigo.»
|
| Y en la arboleda pasaron el día,
|
| Ellos pensaron que pasó a pronto,
|
| Por la noche se encaminaron hacia casa,
|
| Mientras brillaba intensamente la luna.
|
| Si cruzara el valle florido,
|
| O ir a ver el arado,
|
| Ella viene y llama: «Tú, dulce galán,
|
| He perdido mi vaca manchada.» |