| La isla ahora está en silencio
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| Pero los fantasmas todavía acechan las olas
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| Y la antorcha ilumina a un hombre hambriento
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| A quien la fortuna no pudo salvar
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| ¿Trabajaste en el ferrocarril?
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| ¿Libraste las calles del crimen?
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| ¿Fueron tus dólares de la casa blanca?
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| eran de los cinco y diez centavos
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| ¿Las viejas canciones se burlaban o te animaban?
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| ¿Y todavía te hicieron llorar?
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| ¿Contaste los meses y los años?
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| ¿O tus lágrimas se secaron rápidamente?
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| Ah, no, dice él, no iba a ser En un barco ataúd vine aquí
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| Y nunca llegué tan lejos
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| Que pudieran cambiar mi nombre
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| Miles están navegando
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| Al otro lado del océano occidental
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| A una tierra de oportunidades
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| Que algunos de ellos nunca verán
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| Fortuna prevaleciente
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| Al otro lado del océano occidental
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| sus vientres llenos
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| Sus espíritus libres
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| Romperán las cadenas de la pobreza
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| y ellos bailaran
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| En el crepúsculo del desierto de Manhattan
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| En la muerte de la tarde
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| Caminamos de la mano en Broadway
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| Como el primer hombre en la luna
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| Y «El Mirlo» rompió el silencio
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| Mientras lo silbabas tan dulce
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| Y siguiendo los pasos de Brendan Behan
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| Bailé arriba y abajo de la calle
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| Luego dijimos buenas noches a Broadway
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| Dándole nuestros mejores saludos
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| Inclinamos nuestros sombreros al Señor Cohen
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| Querido bardo favorito del viejo Times Square
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| Luego levantamos una copa por JFK
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| Y una docena más además
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| Cuando volví a mi habitación vacía
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| Supongo que debo haber llorado
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| Miles están navegando
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| De nuevo al otro lado del océano
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| Donde la mano de la oportunidad
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| Sortea boletos en una lotería
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| Postales que estamos enviando
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| De cielos azules y océanos
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| Desde las habitaciones la luz del día nunca ve
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| Donde las luces no brillan en los árboles de Navidad
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| Pero bailamos con la música
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| Y bailamos
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| Miles están navegando
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| Al otro lado del océano occidental
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| Donde la mano de la oportunidad
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| Sortea boletos en una lotería
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| Donde quiera que vayamos, celebramos
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| La tierra que nos hace refugiados
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| Por miedo a los sacerdotes con platos vacíos
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| De la culpa y las efigies que lloran
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| Y bailamos |