| ¿Te acuerdas, niña, caminamos en el jardín,
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| Cogí descaradamente un ramo de rosas.
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| Dios los bendiga, que año es este?
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| No sentí astillas en mis palmas.
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| Arrancado de la persecución del vigilante,
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| Y los perros no escatimaron esfuerzos en correr.
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| Corrí, acariciando tu ramo,
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| Y, enredado, viajó alrededor de las cercas.
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| La sangre brotó de una mejilla desgarrada,
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| La camisa se partió por la mitad.
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| Los pétalos quedaron milagrosamente intactos,
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| Y los pantalones se arrastraron descaradamente por las costuras.
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| Estabas sentado en un banco lejos
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| Y conté en mis pensamientos lentamente hasta cien,
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| Bueno, salté las vallas con facilidad.
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| Y una milla fue reemplazada por una nueva milla.
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| Yo me escapé. |
| Y burlado a los perros
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| Terminando el maratón de medianoche
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| Y luego corrió de nuevo, que tenía la fuerza,
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| Seguirte por la calle oscura.
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| Las linternas rugieron de risa.
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| Miré por tu ventana apagada.
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| Los mosquitos me ampollaron
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| Y el ramo en sus manos se adelgazó descaradamente.
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| Chocamos: está claro que hay un dios en el mundo.
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| Y se espantó como gatos grises.
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| ¿Te acuerdas, niña, traje una escoba?
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| Estas fueron tus primeras flores.
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| Tenía una apariencia sin importancia como un caballero,
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| Y la lengua en la boca rodó muda.
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| Cada nervio estaba desgarrado en éxtasis,
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| Pero es hora, es hora de volver a casa.
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| Pero no llegamos a casa, ese es el problema,
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| Se culpa a una camisa rasgada de un amigo.
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| Nublada la mente de la reseda,
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| Y el ramo le hizo eco, embriagado con el olor.
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| Y luego la noche meció sobre los talones,
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| Y los nenúfares se confundieron tontamente en el estanque.
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| ¿Recuerdas, niña, astillas en tus manos?
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| Dios los bendiga, que año es esto... |