| Horas de levantarse a las cinco, el sol rojo sigue durmiendo,
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| Mi almohada es mi silla de montar, las estrellas son mi techo,
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| Mi viejo cuerpo está mal, tengo un resfriado joven que necesito romper.
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| Pero sabes que no puedo quejarme,
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| Gracias a Dios, algo nunca cambia.
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| Hay una tormenta en algún lugar que se está gestando,
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| Porque estos viejos huesos están crujiendo,
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| Las vacas pronto estarán abajo,
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| Ese viejo techo tiene goteras.
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| Tengo un camión que necesita atención,
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| Y algunas vallas necesitan reparación,
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| Y sé que debe sonar extraño,
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| Pero gracias a Dios, algo nunca cambia.
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| Cercaron toda la tierra libre,
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| Y los viejos pozos recorren la cordillera,
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| Atrás quedaron los arreos de ganado,
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| Desde que trajeron los trenes.
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| Pero el trabajo duro y las amistades aún permanecen,
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| Gracias a Dios algo nunca cambia.
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| Aquí donde la naturaleza gobierna,
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| Cada día es una batalla diferente,
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| Y todavía se necesita un hombre, trabajando en la silla de montar.
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| Ninguna máquina puede romper una bahía,
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| O traer a un vagabundo solitario,
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| Así que supongo que me quedaré,
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| Gracias a Dios algo nunca cambia. |